sábado, 10 de mayo de 2008

COLABORACIÓN (II)


Feb 22
Escribir

Escribo, escribes, escribe, Aranguren podría escribir, sin querer o queriendo, frases como:Los bíceps del vicealmirante miraban, en un momento de ocio, con vicio, pero sin convicción plena de su condición sine qua non musculosa.Músculo, que quiere decir ratón pequeño, ratón enano, ratón minúsculo, ratón con culo y cola, colada o sin colar, colado en la colada, entre sábanas anda el juego y el fuego, del amor se entiende.Cuando un hombre, chapado a la antigua, quiere enseñar a los demás lo que es, cuando quiere mostrarse en todo su ser, cuando se descubre en toda su carnosidad, enseña músculo, carne, chicha.Cuando un escritor, antiguo o moderno, qué más da, quiere demostrarse a sí mismo y también al mundo entero lo que es, cuando quiere descubrirse ante sí mismo y ante los demás como es, cuando quiere enseñar lo más íntimo de su ser, esconde los bíceps, los tríceps, bajo una camiseta y enseña palabras.Aranguren ama las palabras; las busca allá donde se guardan, en el diccionario, curioso y limpio artilugio.Porque hay palabras que son fofas y gordas, grasientas y grasosas, como la palabra "rimbombante", tremenda palabra que remeda y enreda a quien no tiene remedio, por ejemplo el jardín florentino de Lorenzo el Magnífico, magníficamente magnificado en el tratado maquiavélico de Maquiavelo, como no podía ser de otro modo. Porque "rimbombante" suena de veras a trombón de varas, a vara tramposa, a trampa de varón rampante, a trombosis de trompetista, a orquesta de cíngaros, magiares o gitanos tocando en bodas o funerales, con los trombones y las trompetas al viento de su alba, o de su alma, mala mala, a saber.Porque hay palabras que son delgadas y flacas, magras y enjutas como leznas de zapatero, como la palabra "hilo", que se deja en el laberinto para que una muchacha se enseñoree, como señora que no es, del destino siempre aciago y siempre ciego, como Homero, mero mero. Por el hilo se descubre el ovillo, y del ovillo el huevo, de Colón se entiende, que se embarcó sin ton ni son a descubrir, a cubrir el expediente de la reina camisera, y a recubrir de oro su apellido que valía un Potosí, que es palabra gruesa asimismo, como almorrana o hemorroide androide de la guerra de las galaxias galácticas gallegas y gallinazas.Hay palabras altas y sonoras, largas y altisonantes palabras como días de ayuno y abstinencia intelectual, sonoras palabras como eructo de volcán, como pedorreta de niño travieso y afanoso en el arte de la pira, no bautismal, ni inquisitorial, sino escolar. Hay palabras que uno comienza a pronunciar y se va de vacaciones a Marbella, la bella y corrupta,por amor claro, o por dinero, qué más da, se lo pasa fetén, como en el edén; vuelve y todavía está la palabra donde se la dejó, sin haberse pronunciado del todo, sin haber llegado hasta la última letra o estación, que es lo mismo, según dónde uno esté, si está para Francia o para Calatayud, si vendrá, si vendrá por la Pascua, mire usted, mire usted, qué gracia. Si vendrá por la Pascua, o por la Trinidad. Do-re-mi, do-re-fa. O por la Trinidad. La Trinidad se pasa, mire usted, mire usted, qué guasa. La Trinidad se pasa. Mambrú no viene ya. Do-re-mi, Do-re-fa. Mambrú no viene ya. Una es la palabra "tiovivo", que da vueltas como el vivo, avispado y astuto rufián. Otra es la palabra "rascacielos", Jesús, da vértigo el pronunciarla. Hay palabras que dan como asco, repeluzno al pronunciarlas, provocan rebuznos y algaradas matutinas, alboradas repentinas, agitación masiva y subversiva en cursiva, por favor. Una es la palabra "tragicómico", el traje del cómico se entiende, raído y superficial. Y otra es la palabra "pusilánime", fusilanime, ánimo fusilado y muerto a tiros, cuando trataba de huir, según versión oficial, de huir del cuerpo, porque el cuerpo es una luz que destella en la soledad, un peso muerto frente a la ley de la gravedad, frente a la leve liviandad del ser y de la vida venturosa y vinosa, de quien bebe los vientos del viñedo y no embriaga ni se indispone, aun durmiendo en calzón corto. ¡Olé! Hablamos del abultado cuerpo, del delgado cuerpo del delito, del deseo, de un tranvía llamado cuerpo, el cuerpo del deseo, se entiende.Hay palabras solitarias y abandonadas al albur del diccionario y de los hablantes, habitantes del idioma. Una es la palabra "viento"; otra es la palabra "ala"; otra la palabra "mariposa", alas del viento es, que aletea y parece veleidad de veleta, belleza no estática, sino estética.Hay palabras absurdas y accesorias, palabras sobrantes y abultadas, palabras que se asoman al mundo, con más vergüenza que miedo, como son las palabras "chisgaravís", "tiquismiquis", "chiquilicuatro", "saltaparapetos"; y el ejército del Ebro, rumba la rumba ba, ya el río pasó, ay Cármela, ay Cármela.Hay palabras que en cuanto uno las oye se le encoge el corazón, se le ponen las entrañas al revés, lo que fuera recto se tuerce y se vuelve dando vueltas, se revuelve, se disuelve. Es la palabra "apesadumbrado", a su pesar alumbrado, asombrado, sembrador de sombras, recolector de oscuridades, como bien dice el refrán del reflán, del flan Ponds belleza en siete días.Hay palabras que hay que procurar no decirlas, al menos con la boca llena, como la palabra "estreñido", "extrañado", "abotargado". Son palabras tabú, por Belcebú. O la palabra "atribulario", menudo perdulario.Hay palabras dulces y empalagosas, pegajosas e ingrávidas como moscas en verano, como bosques de dátiles en su temporada, que no sé cuál es, palabras sacarinosas y jacarandosas, a más no poder.Y hay palabras que siempre hay que guardar en el bolsillo, como la palabra "brindis" y la palabra "enhorabuena", porque presentamos un libro, y es motivo de regocijo en el hocico bizco de la tarde ésta tan venturosa, digo yo. Escribo, escribes, escribe, podemos escribir los versos más tristes esta noche, pero para qué, pudiendo escribirlos alegres y dicharacheros, como truhanes, como truchimanes, como trapisondistas, como trotaconventos.Aranguren podría escribir, sin querer o queriendo, frases como:
Los bíceps de la vicetiple bizqueaban y huían cuando en la última batalla los enemigos de la gramática vencían, mas no convencían, es de suponer.
FELIPE JUARISTI

1 comentario:

quinto pretoriano dijo...

P. 2008-02-23
Primero,el gran Aranguren, para mí es el quijote de las palabras.
Con el artículo,que razón y que de acuerdo.

Quiero contribuir con las palabras que me parece que tampoco nos hacen falta a los pobres humanos con tantos delirios.

Cosa, todo tiene su palabra,
Nunca, jamás y siempre, no pertenecen a nuestra vida, tan corta.