Mar 21
“…; nuestro avanzar no es por ello menos penoso, no me resigno a abandonar quién sabe hasta cuándo a mis camaradas, arrastro sus cuerpos encadenados sobre las huellas de mis lágrimas, cada vez más hundido por la amargura, soy un harapo indefenso, la inseguridad me domina por momentos y asisto a mi desplazamiento desde el polvo a que estoy reducido, no tengo fuerza para revelarme, me entrego definitivamente. Ahora, mi prepucio circuncidado es todo mi consuelo y mi desdicha; las voces que golpean la puerta no es a mí a quien reclaman, van dirigidas a alguien que no soy yo, su tono plañidero podría, en otra ocasión, obligarme a franquearle el paso a mi insistente huésped, pero ya nada es suficiente para superar mi indolencia. Mi vida entra en el letargo propio de un objeto, ciego, sordo, mi prepucio, y en la memoria de este adminículo aparecen y desaparecen fugazmente las sombras trasnochadas de lo que creo es mi vida, ahora sólo, como un recién nacido dotado de experiencia para conocer la realidad sin recurrir a comparaciones. La forma que adopto es suficiente por sí, y todo mi ser está en la misma condensado; floto en el vacío, sin rumbo exacto, a merced de cualquier imprevisible causa como un estúpido bulano traído y llevado en un remolino de aire.
“…; nuestro avanzar no es por ello menos penoso, no me resigno a abandonar quién sabe hasta cuándo a mis camaradas, arrastro sus cuerpos encadenados sobre las huellas de mis lágrimas, cada vez más hundido por la amargura, soy un harapo indefenso, la inseguridad me domina por momentos y asisto a mi desplazamiento desde el polvo a que estoy reducido, no tengo fuerza para revelarme, me entrego definitivamente. Ahora, mi prepucio circuncidado es todo mi consuelo y mi desdicha; las voces que golpean la puerta no es a mí a quien reclaman, van dirigidas a alguien que no soy yo, su tono plañidero podría, en otra ocasión, obligarme a franquearle el paso a mi insistente huésped, pero ya nada es suficiente para superar mi indolencia. Mi vida entra en el letargo propio de un objeto, ciego, sordo, mi prepucio, y en la memoria de este adminículo aparecen y desaparecen fugazmente las sombras trasnochadas de lo que creo es mi vida, ahora sólo, como un recién nacido dotado de experiencia para conocer la realidad sin recurrir a comparaciones. La forma que adopto es suficiente por sí, y todo mi ser está en la misma condensado; floto en el vacío, sin rumbo exacto, a merced de cualquier imprevisible causa como un estúpido bulano traído y llevado en un remolino de aire.
J.Leyva: La circuncisión del señor solo (Seix Barral, 1972)
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