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sábado, 11 de octubre de 2008

El Festival

Acabó nuestro Festival de Cine con un pobre balance en lo que concierne al cine español. Nuestra candidata al Oscar, Los girasoles ciegos, incide en un episodio tenebroso y cruel de la pasada contienda civil. Su director, excelente en su oficio, pudo elegir, sin duda, algún otro cuento de Los girasoles, pero no; memoria histórica, lo que ahora mismo nos mola.

Vicky Cristina Barcelona (fuera de concurso) parece una obra menor de Woody, eso sí, con más sexo explícito y bonitos exteriores, no muchos, de Oviedo y Barcelona. ¿Un trabajo de compromiso? Los actores y las actrices aprueban, pero no pasan de ahí.

En cuanto a El tiro en la cabeza, diremos que esa cinta no debió nunca realizarse.Y punto.


Acaso, el problema del cine hispánico es que hay demasiados talentos (euros, naturalmente) para tan poco talento. Y con esos mimbres se hacen muy pocas cestas.


Y se nos fue de Donostia Cecilia Roth, magnífica en aquella cinta rodada en Patagonia con Federico Luppi. Se titulaba Un lugar en el mundo y fue premiada en otro Festival de San Sebastián. Cecilia siempre me ha recordado, no sé bien el porqué, a Marilina Ross, la actriz argentina que rodó La Raulito, y que nos brindó aquella escena imborrable de su declaración ante el policía (¿o era el juez?; no lo recuerdo del todo). Desde Boquitas pintadas, el cine argentino ha ganado muchísimos enteros. Hay películas y hay actores (como Darín) de excepcional calidad.


Para consolarnos, pronto veremos Sangre de Mayo, una película de José Luis Garci basada en el alzamiento de Madrid, contra el francés, el dos y el tres de mayo de 1808. Dada la excepcional calidad de su director, no dudamos de que la cinta va a ser un acontecimiento. Sin embargo, no creo que goce del fervor popular. Como bien dijo el mismo Garci: “Este es el único país del mundo que se avergüenza de sus héroes”.

Hemos perdido al hombre que tenía la sonrisa más viril y sugestiva de nuestra cinematografía. Gran actor. ¿A quién no le hubiera gustado echar una partidita de billar americano con Paul Newman?


domingo, 5 de octubre de 2008

El Festival

Por fin llegó al Festival de Cine de San Sebastián Meryl Streep, la extraordinaria. Sólo estuvo dos días con nosotros, ¡mecachis! Meryl es una persona que nos reconcilia con el cine y nos devuelve la confianza en las grandes actrices. Nunca la olvidaremos bailando aquel vals, en su granja de África, con Robert Redford, y recordaremos de por vida el temblor de su mano convulsa, aferrando la manivela de una furgoneta donde se jugaba su futuro (¿recuerdan Los puentes de Madison?). (Blog). Se le concedió el Premio Donosti, durante una gala postinera. A donde vaya, siempre se llevará nuestro cariño, admiración y agradecimiento.


lunes, 29 de septiembre de 2008

El Festival

 El Festival de Cine de San Sebastián abrió sus puertas hace dos semanas más o menos. El día de la inauguración, en el remozado Teatro Victoria Eugenia, pudimos presenciar los actos preliminares. Vimos después a Allen Stewart Konigsberg (llamado Woody), tan menguadito, el pobre; a Antonio Banderas, simpático, sencillo y siempre contenido, y a otras  estrellas más.

   También llegó Javier Bardem, con su cara de primitivo, y con su madre. Sonaban pelotazos de goma cuando los ilustres penetraron en el recinto, pero a quienes se han prestado voluntarios/as a defender los puentes de Mostar y de Bagdad, seguro que no les ha afectado en nada.

 

    Se ha dicho en los medios que este Bardem va a destinar el importe de su premio: 30.000 euros, a la ayuda de los saharauis. Un aplauso, feo; que cunda tu ejemplo.

  

    Penélope no viene. Está liada la bella. Francamente, no sé a quien puede seducir esa carita sosa de morritos saltones, y su cuerpecito siempre en pose. Uno se acuerda de las viejas diosas; de la Bacall, de la Moreau, de Rita Hayworth, de Ava Gardner, de Jane Fonda, de la Monroe o de aquel portento de chica que ha sido y es Claudia Cardinale, y se nos caen los palos del sombrajo. Pero el rostro posmoderno de P mola. Mola mazo.

 

   Menos mal que viene, ¡ay!, Meryl.