El coronel levantó la sucia mano, cerró el puño y lo puso sobre su cabeza. Su voz, llena de fe, de pasión y de energía, creció y resonó como la cuerda tensa de un instrumento.
-¡Venceremos nosotros, no importa que el enemigo celebre de momento sus éxitos! ¡Tenéis que llevar nuestra bandera a Alemania! Sobre ese país maldito, cuna de violadores, asesinos y saqueadores, caerá la desgracia. En los últimos enfrentamientos, ya en suelo alemán, nuestra bandera se desplegará… ¡La bandera de nuestro gran ejército liberador! ¡Soldados, gracias!
La bandera dorada enarbolada en el asta ondeaba a los soplos del viento. Silenciosamente el coronel se acercó a ella y clavó la rodilla en tierra. Por unos momentos su cuerpo se inclinó y su mano derecha se apoyó en la húmeda arena. Venciendo aquel rasgo de debilidad se irguió, inclinó respetuosamente la vendada cabeza y comprimió los labios temblorosos contra el paño aterciopelado de la bandera; olía a pólvora, al polvo de los caminos lejanos, al inevitable ajenjo de las estepas…
Apretando los dientes, Lopajin se mantenía quieto; oyó un gemido a su derecha y esto le hizo volver la cabeza. El cabo primero Popristshenko, un veterano de guerra, temblaba.; pero seguía en posición de firmes. Caían de sus ojos entrecerrados lágrimas que se deslizaban por aquellas mejillas ajadas. Por respeto al reglamento no movió la mano para enjugárselas; se limitó a inclinar lentamente la cabeza…
Mijail Shólojov, Lucharon por la patria.
-¡Venceremos nosotros, no importa que el enemigo celebre de momento sus éxitos! ¡Tenéis que llevar nuestra bandera a Alemania! Sobre ese país maldito, cuna de violadores, asesinos y saqueadores, caerá la desgracia. En los últimos enfrentamientos, ya en suelo alemán, nuestra bandera se desplegará… ¡La bandera de nuestro gran ejército liberador! ¡Soldados, gracias!
La bandera dorada enarbolada en el asta ondeaba a los soplos del viento. Silenciosamente el coronel se acercó a ella y clavó la rodilla en tierra. Por unos momentos su cuerpo se inclinó y su mano derecha se apoyó en la húmeda arena. Venciendo aquel rasgo de debilidad se irguió, inclinó respetuosamente la vendada cabeza y comprimió los labios temblorosos contra el paño aterciopelado de la bandera; olía a pólvora, al polvo de los caminos lejanos, al inevitable ajenjo de las estepas…
Apretando los dientes, Lopajin se mantenía quieto; oyó un gemido a su derecha y esto le hizo volver la cabeza. El cabo primero Popristshenko, un veterano de guerra, temblaba.; pero seguía en posición de firmes. Caían de sus ojos entrecerrados lágrimas que se deslizaban por aquellas mejillas ajadas. Por respeto al reglamento no movió la mano para enjugárselas; se limitó a inclinar lentamente la cabeza…
Mijail Shólojov, Lucharon por la patria.
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