viernes, 16 de mayo de 2008

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Iraida Granados, desde Villanueva de la Serena (Badajoz), nos dice:

A la actriz Penélope Cruz la llaman “Pe” en los periódicos, y también en las revistas del cine y del corazón. Puestos a reducir o apocopar su nombre, deberíamos llamarla “Pene”, al igual que decimos “Bego”, por Begoña, o “Edu” por Eduardo. Por otro lado, no creo que a ella le enfadaría la denominación, ya que sabe del sustantivo -de su efectividad y rendimiento- mucho más que otras. Y los que piensan mal… ajos coman.

Ruth Goicuría, desde Pau (Francia), nos dice:

El proceso de euskaldunización del pueblo vasco está llegando a extremos que tocarían lo ridículo si no fueran tan peligrosos. Que en los concursos para obtener empleos públicos se prime el vascuence (euskara) cinco veces más que un doctorado o el dominio de una lengua europea con el arraigo y la extensión del francés o del inglés parece un disparate. Creo que ello forma parte de ese propósito de orillar la cultura española que suele constituir uno de los ejes de nuestros nacionalismos radicales. Pero no se puede nadar a contracorriente. No obstante, la voluntad de suicidio de algunos pueblos tampoco puede detenerse. La historia nos da fe.
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Siguiendo lo dicho por Ruth, coincidimos con ella en que todavía, y después de treinta años contaderos, la sociedad vasca no ha abierto debates suficientemente serios sobre el supuesto apartheid o postergación, aquí, de todo lo que huele a peninsular. Y más en el terreno de la cultura, zona de por sí muy castigada. ¿Cuando hablaremos valientemente - abandonando nuestros respectivos pesebres-, a calzón quitado? Aunque nos vapuleen, Q.P. lanza la idea.

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