En la Habana vieja da un discurso Fidel Castro. Ha comenzado al mediodía y ya está para ponerse el sol. En esto, se abre el cielo y, en una nube, baja Jesucristo. Se coloca a la derecha de Castro.
-¡Hola, comandante! -dice. ¿Qué?, ¿podría yo dirigir algunas palabras a tu pueblo?
Fidel no recela. Le cae bien aquel tipo caído del cielo.
-¡Cómo no, chico! -dice el de Sierra Maestra-. Si tú también eras como nosotros, un buen rojo, cuando los romanos te dieron la golpiza.
-Pueblo de Cuba -comienza Jesucristo-. ¿No es verdad que Fidel os dio de comer cuanto tuvisteis hambre, igualito que lo hice yo con los panes y los peces?
Y el pueblo: -Siiiiiiii.
-¿Y no es también verdad que él os dio de beber cuando tuvisteis sed, como lo hice yo en las bodas de Caná?
-Siiiiiiiiiiiiiiii.
-Y cuando tuvisteis enfermedades y miserias, ¿no os curó el amigo Fidel, tal como yo lo hice con la hemorroísa, los ciegos, los leprosos y los malmuertos?
La multitud se entusiasmaba:
-Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Jesucristo abrió los brazos, se aclaró el gaznate y, con la mirada fija en el pueblo, exclamó con una grande voz:
-¡Carajo, cubanos, y qué esperáis para CRUCIFICARLO!
-¡Hola, comandante! -dice. ¿Qué?, ¿podría yo dirigir algunas palabras a tu pueblo?
Fidel no recela. Le cae bien aquel tipo caído del cielo.
-¡Cómo no, chico! -dice el de Sierra Maestra-. Si tú también eras como nosotros, un buen rojo, cuando los romanos te dieron la golpiza.
-Pueblo de Cuba -comienza Jesucristo-. ¿No es verdad que Fidel os dio de comer cuanto tuvisteis hambre, igualito que lo hice yo con los panes y los peces?
Y el pueblo: -Siiiiiiii.
-¿Y no es también verdad que él os dio de beber cuando tuvisteis sed, como lo hice yo en las bodas de Caná?
-Siiiiiiiiiiiiiiii.
-Y cuando tuvisteis enfermedades y miserias, ¿no os curó el amigo Fidel, tal como yo lo hice con la hemorroísa, los ciegos, los leprosos y los malmuertos?
La multitud se entusiasmaba:
-Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Jesucristo abrió los brazos, se aclaró el gaznate y, con la mirada fija en el pueblo, exclamó con una grande voz:
-¡Carajo, cubanos, y qué esperáis para CRUCIFICARLO!
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