Y cuántas habitaciones Dios tiene en la mente
para llorar y vigilar
las especies innumerables,
las destinadas a morir,
las salvajes y rápidas, las reales.
Y cuántas cosas la naturaleza muele
que me parece imposible
recordarlas, enjambres y enjambres de astros,
constelaciones, bestias numerosas
como el impulso cardiaco del mundo.
Nada ni nadie, nada tranquiliza
respecto a tu omnisciencia,
más bien te ruego, ten
apenas piedad del pequeño perdido:
quizá te reconozca en aquel punto.
Daniele Piccini, Sansepolcro, 1972. Trad. Emilio Coco
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