Estudió Magisterio en Valladolid y desde los diecisiete años se radicó en Madrid donde colaboró activamente en las revistas «Garcilaso», «Espadaña», «Cántico», «Ínsula», «Poesía Española» y «Revista de Occidente». Está considerado como un valioso representante de la poesía de la post-guerra.
Su primera obra poética «Alba del Hijo» fue publicada en 1946, a la que siguieron «Huésped de un tiempo sombrío» en 1948, «Juego limpio» en 1957, «La luz a nuestro lado» en 1964, «Igual que guantes grises» en 1979, «Una muchacha mueve la cortina» en 1983 y «Del temor y la miseria» en 1985, entre otros.
Obtuvo, entre otros, los premios Nacional de Literatura en 1979, el Ausias March, el Francisco de Quevedo, el Pedro Salinas del Ateneo Español, el Internacional de Poesía Miguel Hernández el premio Pablo Menassa de Lucía por su libro «Generación del 98» y el Premio Nacional de las Letras Españolas en el año 2003.
Falleció en noviembre de 2005.
POEMA PARA OCTUBRE
La tarde es una rosa vagamente
en la rama desnuda del ocaso.
Una rosa ceniza, como un frío
beso crecido en unos muertos labios.
Leve sombra desliza
su palidez de hielo entre mis manos.
Las pupilas alargan sus miradas
como cautivos pájaros.
Octubre otra vez fruto
de este paisaje, este árbol
donde día tras día oscuramente
mi pobre corazón se va quedando.
Vivir es reencontrarse
en todo lo lejano,
ser otra vez aliento en el paisaje
que fue otra vez soñado.
Vivir es ser corteza de este roble
que en hielo y sol el tiempo va quemando.
El mar de la memoria
se enciende, se ilumina, y a su amparo
el corazón revive,
remoza primaveras, sollozando.
La tarde es una rosa vagamente
en la rama desnuda del ocaso.
A la piadosa luz de octubre vuelvo
y entre la tibia cuenca de mis manos
como un niño dormido
mi corazón levanto.
Vivir es retornar a cada Octubre
para sentirse el corazón dorado.
La tarde es una rosa vagamente
ceniza.
Octubre es fruto
otra vez en el árbol.
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