martes, 9 de diciembre de 2008

ROCIO SORIA R. DESDE QUITO, ECUADOR

Este bocado de oxígeno es el primero: lo respiro con cuidado y me oprime,
me oprime
como si fuera naciendo íntimamente hacia dentro
como un embrión que lo hubiera formado a solas.

Hay un demonio negro
circulándome y deteniéndose,
circulándome y deteniéndose,
CIRCULÁNDOME Y DETENIÉNDOSE,
puedo sentir cuando se detiene a hurgar atajos entre los troncos sanguíneos,
es como una aguja caminándome por el cuerpo.

La cabeza se entibia por segmentos
de atrás hacia delante y de abajo hacia arriba.

Queda una idea convulsa dentro,
solamente, una idea que no alcanzo a pronunciar,
una idea de miedo destornillándoseme de entre los párpados.

         No hay palabra que la nombre.

El techo: carúncula silenciosa sigue una senda indefinida
el aire pita en mi pecho, puedo sentir cómo se infla mi abdomen,
araño pero no puedo deshacerme de esta convulsión,

las piernas se tensan con piquetes que suben hasta amortiguarse,
las manos se encarrujan entre las sábanas y tiemblan
espasmódicamente.

Quiero un bocado de aire pero la garganta ha estrechado el paso
—hay ruidos de gente llegando.

Una sola imagen final,
una sílaba atascada que se repite y va acelerándose,
acelerándose,
ACELERÁNDOSE
      hasta la desesperación.

No sale.

Se acabó,
todo terminó por apagarse,
la vaga imagen cuelga de la pecera.

                 Punto final

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