Al freir será el reir: Existen varias versiones para justificar el origen de este dicho, utilizado generalmente para pronosticar el cumplimiento de algún hecho adverso, o bien para reprobar la escasa prudencia en la ejecución de cierta tarea. La versión más probable dice que en la España del rey Felipe IV existía un calderero (vendedor de calderas, salamandras, ollas y sartenes, entre otros utensilios) muy famoso por sus picardías. Pero sucedió que una vez, otro pillo ansioso de jugarle una mala pasada y de burlarse de él, entró en su comercio y pidió comprar una sartén. Con el mayor de los desparpajos, el calderero le alcanzó una que estaba quebrada por abajo. El comprador, ignorando aparentemente la falla de la sartén, abonó satisfecho el importe del elemento, pero lo hizo con plata falsa que el calderero recibió también descuidadamente. Cuando el calderero advirtió que su comprador se retiraba sonriendo con malicia, dijo intencionadamente: "je, je... al freír será el reír", como previendo el mal momento que su cliente habría de soportar al querer utilizar la sartén. Una vez que el comprador escuchó esta frase, replicó en igual tono, diciendo: "ja, ja... al contar será el llorar", seguro de la desagradable sorpresa que se llevaría el comerciante al hacer el recuento de sus ganancias del día.
Apaga y vámonos: Para explicar el origen de este dicho, debemos relatar un original desafío sostenido hace siglos por dos sacerdotes del pueblo de Pitres, en Granada. Sucede que ambos clérigos eran aspirantes a una capellanía castrense y decidieron un día apostar a cuál de los dos sería el que dijese la misa más rápidamente, es decir, en menos tiempo. Una vez dispuesto el día de realización del original "duelo", el primero de ellos subió al altar y dijo: "Ite, misa est", forma que hoy equivale a lo que los sacerdotes católicos expresan cuando dicen: "Hemos celebrado la Misa. Podéis ir en paz". El segundo, que ya veía que su contrincante había sacado ventaja, dudó un instante, giró, miró a su monaguillo y le dijo: Apaga y vámonos, con lo que a nadie le quedó duda de que su "misa" había sido la más breve. En la actualidad, suele usarse este dicho para dar a entender que en cierto lugar nada queda por hacer y está todo terminado. Entre nosotros, circula la variante que el último apague la luz con un valor diferente y quizás algo más apocalíptico.
Armarse un tiberio:Claudio Tiberio fue el segundo emperador romano. Hijo de Tiberio Nerón y de Livia -después esposa de Augusto-, se distinguió muy pronto por sus dotes militares. Cuando murió Augusto, se apoderó del imperio, el que gobernó con todo acierto en sus decisiones. Pero más tarde, luego del fallecimiento de su hijo adoptivo Germánico, se convirtió en un déspota cruel y despiadado que recelaba de todo el mundo. Hizo ejecutar a gran cantidad de amigos y parientes, entre quienes se contó a su esposa Julia, ejerció un poder arbitrario y sus desmanes sembraron el terror y la confusión por toda Roma. Tan así fue, que en Roma se decía que no había familia que no tuviera que lamentar la muerte de algún familiar a manos de Tiberio quien, finalmente, murió supuestamente envenenado por su sucesor Calígula, otro personaje digno de cuidado. De la triste memoria de aquellos tiempos procede la expresión armar un Tiberio, con la que se expresa cualquier situación de desorden, alboroto o ruidosa pelea.
Así me las den todas: El origen de este dicho está basado en un hecho muy directamente relacionado con el accionar de la Ley y la Justicia. Cuentan que un alguacil, por orden del juez, fue una vez a ejecutar un mandamiento. Sin embargo, las cosas se le complicaron: en lugar de cobrar la multa que pretendía, sólo recibió como pago dos sonoras bofetadas. De regreso ante su superior y confiando en mover la cólera del juez contra el agresor, relató ante aquel lo sucedido y acabó por decir que los bofetones, en realidad, se los habían dado a él, al señor juez en su propia cara, debido a que no habían querido acatar la orden por él dictada. El juez -hombre de buen humor, sin dudas- lo escuchó pacientemente y le respondió: "Cierto... pero así me las den todas, como queriendo decir que, de esa manera, no tenía inconveniente en "cobrar una paliza". Si bien el dicho no es muy usado en la actualidad, suele usárselo irónicamente, para dar a entender que algo nos es indiferente, sobre todo si se trata de males o desgracias ajenas.
Atar los bártulos: ¡Cuántas veces habremos mencionado los bártulos, sin saber realmente a qué clase de elemento aludíamos!. En realidad, Bártulo o Bártolo de Sasso-Ferrato (que posteriormente dio origen al popular nombre Bartolo) fue un eminente jurisconsulto italiano que vivió en la baja Edad Media, profesor de Derecho en las universidades de Pisa, Bolonia, Padua y Perusa y cuyas obras -contenidas en trece volúmenes- sirvieron de base de estudio durante tres siglos a los alumnos de Derecho de toda Europa. Los estudiantes españoles tomaban nota de las obras del ilustre tratadista y, una vez concluida la clase, ataban los apuntes por medio de cintas o correas. Al conjunto de estos apuntes se los conocía familiarmente por el nombre de bártulos, de donde, en la jerga estudiantil, la tarea de reagruparlos y atarlos una vez utilizados, dio origen a la expresión atar (o liar) los bártulos. Así, por extensión, el dicho terminó por aplicarse también a toda disposición o preparativo que, por lo general, hace referencia a una mudanza, cambio de domicilio o traslado de utensilios.
Atar los perros con longaniza: Este dicho nos remonta a los principios del siglo XIX, más precisamente al pueblo salmantino de Candelario, cercano a la ciudad de Béjar, famoso por la calidad de sus embutidos, en el que vivía un afamado elaborador de chorizos llamado Constantino Rico, alias el choricero, cuya figura sería inmortalizada por el artista Bayeu en un famoso tapiz que hoy se exhibe en el Palacio El Pardo. Este buen hombre tenía instalada la factoría en la que trabajaban varias obreras en los bajos de su propia casa y en una oportunidad, una de éstas, apremiada por las circunstancias, tuvo la peregrina idea de atar a un perrito faldero a la pata de un banco, usando a manera de soga, una ristra de longanizas. Al poco tiempo, entró un muchacho -hijo de otra operaria- a dar un recado a su madre y presenció con estupor la escena e inmediatamente se encargó de divulgar la noticia de que en casa del tío Rico se atan los perros con longaniza. La expresión, no hace falta decirlo, tuvo inmediata aceptación en el pueblo y desde entonces, se hizo sinónimo de exageración en la demostración de la opulencia y el derroche.
Coinciden gramáticos, sociólogos y estudiosos de la Lengua en que la manera de expresarnos ante los demás nos califica de una manera evidente. Por ello, al utilizar nuestro castellano de modo impecable o, al menos, satisfactorio nos colocaremos de inmediato en un lugar destacado de la pirámide social, y los demás nos juzgarán ateniéndose a ello. Hoy, lamentablemente, las carreras de humanidades están menoscabadas; el latín - lengua sin la cual el castellano se nos hace más difícil - ha dejado de enseñarse en las aulas por un desprecio que dice muy poco de la visión futura de pedagogos y docentes. Si escuchamos a un niño hablar con propiedad, estaremos seguros de que el muchacho tiene mucho ganado y que, pasadas unas décadas, ocupará un hueco importante en el ámbito que le toque vivir. Por el contrario, si a un universitario le descubrimos problemas a la hora de manifestarse verbalmente, dudaremos de la eficacia de la educación que ha recibido, de su acervo cultural y, en definitiva, de su inteligencia. Es, por todo ello, de vital importancia tener un conocimiento suficiente, mejor notable, del entramado sintáctico y sus funciones, de los textos imprescindibles, del vocabulario y su etimología.Dominar una lengua no es una labor ingrata, es justamente todo lo contrario. Supone una reafirmación de la autoestima, un nuevo disfrute y también puente de plata para relacionarnos a un nivel superior con nuestro prójimo. El esfuerzo, creánme, merece la pena.Queremos que este blog sea un instrumento fácil y divertido. Renunciaremos a los tecnicismos, a lo excesivamente elaborado, a la pedantería tan en boga entre nuestros profesores. Y, sobre todo, pondremos nuestro interés en que ustedes intervengan con sus ideas, propuestas o reparos. El blog estará abierto a todo el que sienta afición por la literatura, por el lenguaje y el bien decir.Expondremos casos de deficiente construcción - extraídos de nuestra Prensa escrita - para tratar de corregirlos; escribiremos un poco sobre gramática (empleos oscuros o complicados, puntuación, vicios del habla popular, modismos, neologismos, etc.); abriremos las páginas a cualquier consulta; recomendaremos libros, reivindicaremos a los autores meritorios postergados u olvidados e incluiremos textos recibidos que gocen de común interés.Nuestra voluntad es que quienes entren el el blog se impliquen en él y lo sientan como algo suyo. Naturalmente, no nos arrogamos un saber exhaustivo. Todo saber es limitado y cometeremos errores que entre todos podremos subsanar. Insistimos en la idea de ir mejorando nuestro uso del español de una manera amena y sin excesivos rigores filológicos, orientando y dando espacio tanto al diálogo cuanto a la creación literaria de quienes naveguen en el "bloque".Quintopretoriano quiere ser para sí y para los demás un espacio ameno de instrucción y entretenimiento . Gracias. Envia y participa enviando tu colaboración a : quintopretoriano@gmail.com
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