Entre el águila y el buitre hubo una cuestión muy grave, y no se oyó más, durante mucho tiempo, que el ruido de cacareos agresivos y graznidos amenazadores. Los corvos picos y las garras feroces se afilaban sin cesar en los peñascos majestuosos y todo hacía presagiar una terrible guerra.
Pero, por fin, todo se arregló y la cordillera, equitativamente repartida, quedó en paz.
Al poco tiempo el mosquito y la mosca pensaron que no debían ellos ser menos que las aves de rapiña, y también empezaron a disputarse la posesión de las orillas de un pantano.
También hubo mucho ruido; por lo menos así lo aseguraban ellos, pues nadie alcanzó a oírlo; y tampoco cuando convinieron en hacer la paz, nadie sabía que hubieran estado a punto de pelear.
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