| —El amor es como un suflé —solía decir nuestra madre— algo muy, pero que muy complicado de cocinar. Si abres el horno durante la cocción se «resfría»; si tardas en abrirlo, se desborda. A veces queda crudo por dentro, otras se quema, la mayoría de las veces se desinfla... También la vida de los diplomáticos se parece a un suflé, pero por razones distintas: aparentemente, vista desde fuera, es dorada, redonda, bella. Huele bien y da gusto verla. Por dentro, en cambio, es otra cosa. Y lo peor no es que esté llena de aire como maliciosamente piensan muchos (que lo está). Lo peor es que sube y baja: un día está uno tomando caviar en una recepción del Kremlin o el té con la reina de Inglaterra y al siguiente comiendo un bocadillo de sardinas mientras pega sellos en una oficinucha minúscula de un oscuro ministerio o haciendo los temibles «pasillos». Tal vez por eso, porque pasamos de subir a los castillos a bajar a las cabañas sin solución de continuidad, los hijos de los diplomáticos solemos pertenecer a dos bandos muy diferentes: los que odian la vida precaria e insegura y hacen todo lo posible por aparentar, por pertenecer, por «estar», y los que se acostumbran a la montaña rusa y necesitan que su vida sea un perpetuo chute de adrenalina. No sabemos muy bien a qué categoría pertenecemos Gervasio y yo. Supongo que tenemos un poco de ambas cosas, lo que es aún más complicado que haber elegido uno de los dos bandos. Porque la indefinición es siemp re un problema para todo, para el amor, para las relaciones personales, para el trabajo… a menos que uno se dedique a la literatura, donde la indefinición no resta, sino que suma, pues permite ser un observador desapasionado de conductas ajenas. Quizá sea esa la razón por la que haya tantos escritores relacionados con el mundo diplomático y también tantos diplomáticos que aspiran a ser escritores. Claro que hay quien considera que, si existen tantos diplomáticos que escriben no es porque su vida sea un suflé o una montaña rusa, sino porque son testigos de excepción de momentos interesantes, estratégicos o simplemente curiosos. Es verdad, pero también es cierto que la mayoría de quienes han escrito sus experiencias tomando como punto de partida la idea de que su vida es extraordinaria, apasionante y, por tanto, digna de pasar a la posteridad literaria, lo único que han conseguido es dar a luz unas aburridísimas y pedantes memorias. Carmen Posadas
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1 comentario:
Qué significa en esté contexto "haciendo los temibles pasillos"?
Gracias...
Lucie
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