Afrodita y la gata
de Esopo
Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.
Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba. Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.
Moraleja: El cambio de estado de una persona, no la hace cambiar de sus instintos.
El gato y el cazador
de Félix María Samaniego
Cierto Gato, en poblado descontento,
Por mejorar sin duda su destino
(Que no sería Gato de convento),
Pasó de ciudadano a campesino.
Metióse santamente
Dentro de una covacha, mas no lejos
De un gran soto poblado de conejos.
Considere el lector piadosamente
Si el novel ermitaño
Probaría la yerba en todo el año.
Lo mejor de la caza devoraba,
Haciendo mil excesos;
Mas al fin, por el rastro que dejaba
De plumas y de huesos,
Un Cazador lo advierte; le persigue,
Arma trampas y redes con tal maña,
Que al instante consigue
Atrapar la carnívora alimaña.
Llégase el Cazador al prisionero;
Quiere darle la muerte;
El animal le dice: «Caballero,
Duélase de la suerte
De un triste pobrecito,
Metido en la prisión, y sin delito.»
«¿Sin delito, me dices,
Cuando sé que tus uñas y tus dientes
Devoran infinitos inocentes?»
«Señor, eran conejos y perdices,
Y yo no hacía más, a fe de Gato,
Que lo que ustedes hacen en el plato.»
«Ea, pícaro, muere;
Que tu mala razón no satisface.»
Con que sea la cosa que se fuere,
¿La podrá usted hacer, si otro la hace?
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