Marcelino paseaba
por las orillas del mar,
y su caballo bebía,
Marcelino echó un cantar.
La reina, que le escuchaba
desde su palacio real:
“Mira, hija, como canta
la sirenita en la mar”.
“Madre, no es la sirena
ni tampoco el sirenar,
es el conde Marcelino
con quien yo quiero casar.
La reina, al oír eso,
su hija mandó matar,
y mandó que la enterrasen
debajito de un altar.
Todos los viernes de año,
la reina va a confesar,
pero nunca confesaba
que a su hija hizo matar.
(Curiosamente, este cantar, que debe de ser antiquísimo, conecta con algunos romances “viejos”, algunos de tradición carolingia, de los siglos XV y XVI, como los que tratan el tema de la persecución de los amantes).
Llueve
Hace 2 días
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