domingo, 17 de agosto de 2008

El estilo lo es todo:

Sobre el río Manzanares la noche se abatía. El puente de Toledo, en su estrechez, estrangulaba el tráfico. Los tranvías, los carros, los volquetes, los automóviles, los camiones, lo cruzaban lentamente, con prolongados parones.
Había en derredor muchos guardias, a pie y a caballo. Encima de la hornacina que cobijaba a San Isidro, una bandera roja, atada a un palo, ondeaba al aire frío del crepúsculo.
Calle arriba, hacia la Puerta de Toledo, una manifestación negreaba. Las sombras de la noche incipiente cubrían amenazantes las márgenes del río.
Frenó el taxi con violencia, para no chocar con un carro. A través del cristal miró Fina hacia el agua y tuvo miedo. Escuchaba como un vago rumor el ruido, hondo y largo, que los manifestantes hacían.
-Iremos por las rondas -dijo el conductor-. Por la calle de Toledo no podemos pasar.
Miraba triste Fina las acacias del invierno, desguarnecidas de hojas, azotadas las ramas mondas por el viento que de la sierra venía. Llegó por fin al teatro con el tiempo justo de vestirse.
Sonaban agrios los timbres llamando a escena. Repiqueteaban al mismo tiempo en el vestíbulo.
Enrique, al pasar por delante del teatro, lo oyó también. Se paró y leyó en el cartel pegado en la pared el nombre de Fina en el reparto. Dudó. Iba al café de Pombo. El timbre seguía sonando. Se acercó a la taquilla, tomó una butaca y entró en la sala, familiar y antigua, de sus primeras armas.
Con sentimientos encontrados, contradictorios, escuchaba su voz. Terminó la función. Pensó en marcharse, aprisa, sin volver la vista. Dudó de nuevo. Se quedó parado a la puerta del escenario.
En el dintel apareció Fina. Le miró triste, sin sorpresa, como si le hubiese visto el día anterior, o hacía seis meses, o nunca:
-Buenas noches, Enrique.
Tímido y acobardado, la cogió la mano:
-Pasaba por aquí y no he podido resistir a la tentación de verte -y le mostró la entrada de papel azul, arrugada.
-Ya no vas a claque -le dijo.
Su voz, como su mirada, era triste.
-Has cambiado mucho.
-Tú también, Fina.
Sobre el mármol de la mesa, Fina estaba acodada.
-Ponme vino.
En un acuerdo tácito, sin mediar palabra, cenaban juntos en una taberna de la plaza del Ángel.
-¿Por qué estás triste?
-Nunca me has preguntado una cosa así
-Nunca te he visto triste.
-Mi padre se está muriendo.
-Perdona, Fina -y la cogió de nuevo la mano.
-Son las once menos cuarto. Me voy al teatro. Otro día nos veremos.
-Te esperaré a la salida. Como antes, ¿te acuerdas?
Fina le miró muy seria:
-Tengo que volver a casa, a Carabanchel.
-No importa -le dijo Enrique con dulzura.
Vagó por el barrio de la Puerta del Sol, Le pareció percibir, intuía, mejor dicho, un Madrid que se metamorfoseaba. Eran las mismas las calles, y los faroles, y los portales cerrados, con gatos acurrucados en los umbrales. El aire sutil del Guadarrama ceñía las esquinas y se encañonaba, silbante, en los callejones en cuesta. Era el mismo frío, trasparente y seco, la misma limpidez, el mismo viento depurado que, suave, mugía en las tejas mal asentadas. Idéntica la luz nocturnal de plata, que la helada realzaba, e idéntico el cielo, alto, raso, traspasado de estrellas. Era la misma noche madrileña, cuyo tiempo, como módulo de su medida, el regatón del chuzo del sereno pautaba sobre las losas de piedra en golpes rítmicos, rotundos y secos, vibrantes como trallazos.
Sin embargo, algo nuevo percibía Enrique, inaprensible, difuso. Era como un hálito torvo, exhalado por los hombres. La noche delgada parecía que se iba a quebrar. Y un frío extraño se le metía en los huesos.
Cogió a Fina por un brazo.
-Voy a tomar un taxi -dijo ella.
-Te acompaño.
-Carabanchel está muy lejos.
La empujó dentro del coche, sin decir palabra. Ella, triste, le sonreía. En la penumbra, sus ojos brillaron en un fulgor húmedo.

Salvador García de Pruneda: La encrucijada de Carabanchel.(premio Nacional De Literatura 1963)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bello y doloroso.

Anónimo dijo...

No he conseguido obtener ningún dato biografico, ni bibliográfico de este escritor, parece mentira que habiendo sido Premio Nacional de Literatura en 1963 con La encrucijada de Carabanchel, sea un perfecto ignorado. Agradecería que si alguien que lea este maravilloso blog literario, y este comentario, haga llegar por favor a quinto pretoriano alguna referencia y que estos la publiquen para conocimiento de todos los que hacemos seguimiento del blog. Gracias anticipadas