Julián Funes, desde Manises, nos dice:
Accidente marítimo. Al Príncipe de Asturias se le ha hundido su embarcación de regateo en aguas de Valencia. Se partió por la mitad. Dichosamente, no hubo que lamentar pérdidas, salvo los dos millones de euros, contantes y sonantes, que valía aquel juguete. Yo tengo, desde hace treinta y ocho años un llaüt de nueve palmos. Con él salgo todavía a pescar. Me costó, en la década de los setenta, sesenta mil pesetas. Conservo el motor original, y la obra viva nunca me dio quebraderos de cabeza. Con buenas empopadas navego a nueve nudos corridos. El barco me ha hecho feliz pero, claro está, yo nunca participé en regatas de multimillonarios.
Mariluz Postigo, desde Fuenterrabía, aclara:
Leo en el Diario Vasco de ayer el siguiente titular: Las entidades financieras cobran casi un euro más por mantener una cuenta que en diciembre. Pienso que habrá querido decir: “Las entidades financieras cobran casi un euro más que en diciembre por mantener una cuenta”.
Julia Amundarain, desde Zumaya, escribe lo siguiente:
He visto varias veces camisetas de vestir con este eslogan: Cállate la boca. Además de mal construida, la frase tiene mucho de amenaza, una amenaza que desconoce quien se topa con dicha prenda. Me parece de muy mal gusto. Y yendo un poquito más allá, haciendo un humilde apunte de sociología, conjeturo que, precisamente, vivimos un momento histórico en que ninguno debemos callarnos la boca. Todo lo contrario, el ciudadano debe tener la boca bien abierta porque, como dijo el poeta y su frase dio la vuelta al mundo, por mal que nos vayan las cosas, “nos queda la palabra”.
África Mendoza, desde El Barraco, se arrebata:
Como dicen admirados los franceses, España está este año, en lo concerniente al deporte, en estado de gracia. En fútbol, en tenis, en ciclismo, en baloncesto, en golf, en motociclismo, etc. Ya pasaron los tiempos -allá por el 50- en que los periódicos deportivos gabachos publicaban la foto de unos ciclistas españoles sentados en la cuneta, gordos, comiendo sus buenos bocadillos de chorizo de Pamplona y bebiendo vino de bota riojana. Se acabó. Ahora la bota se la ponemos a los de la dulce Francia, pero en el culo.
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