Y el Marqués, que estaba armándose dentro en su cámara, con su hermano Francisco Martín y otros dos caballeros, y dos pajes grandes, llamado el uno Juán de Vargas, hijo de Gómez de Tordoya, y el otro Escandón, viendo los enemigos tan cerca, sin acabarse de atar las correas de las coracinas, con una espada y una adarga acudió a la puerta, donde él y su gente se defendieron tan valientemente que gran rato pelearon sin poderlos entrar, diciendo a voces el Marqués: “¡A ellos, hermanos, mueran, que traidores son!” Y tanto los de Chili pelearon que mataron a Francisco Martín, y en su lugar se puso uno de los pajes. Y como los de Chili vieron que se les defendían tanto, que les podía venir socorro, y tomándolos en medio matarlos fácilmente, determinaron aventurar el negocio con meter delante sí un hombre de los suyos, que más bien armado estaba, y por embarazarse el marqués en matar aquél, hubo lugar de entrarle la puerta, y todos cargaron sobre él con tanta furia, que de cansado no podía menear la espada. Y así, le acabaron de matar con una estocada que le dieron por la garganta. Y cuando cayó en el suelo pedía a voces confesión, Y perdiendo los alientos, hizo una cruz en el suelo y la besó y así dio el ánima a Dios; muriendo asimismo allí los dos pajes del marqués; y de parte de los de Chili murieron cuatro, y quedaron otros heridos. Y en sabiendo la nueva en la ciudad, acudieron más de doscientos hombres en favor de don Diego; porque aunque estaban apercibidos, no se osaban mostrar hasta ver cómo sucedía el hecho. Y luego discurrieron por la ciudad prendiendo y quitando las armas a todos los que acudían a favor del Marqués. Y como salieron los matadores con las espadas sangrientas, Juan de Herrada hizo subir a caballo a don Diego e ir por la ciudad, diciendo que en el Perú no había otro gobernador ni rey sobre él. Y después de saquear la casa del Marqués y de su hermano y de Antonio Picado, hizo al cabildo de la ciudad que recibiese por gobernador a don Diego, so color de la capitulación que con su majestad se había hecho al tiempo del descubrimiento, para que don Diego tuviese la gobernación de la Nueva-Toledo, y después de él, su hijo o la persona que él nombrase; y mataron algunos vasallos que sabían que eran criados y servidores del Marqués. Y era grande lástima oír los llantos que las mujeres de los muertos y robados hacían.
Agustín de Zárate: Historia del Perú (Muerte de Pizarro. / Publicado en 1555).
Cumplo dieciséis años
Hace 19 horas
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