lunes, 15 de septiembre de 2008

Poetas Bolivianos


Siguiendo la línea emprendida con los Poetas Argentinos hoy damos una relación de poetas bolivianos. Posiblemente desconocidos para muchos de nosotros recabamos la colaboración de todos aquellos que puedan mostrarnos alguna poesía de cualquiera de ellos. Gracias de antemano .

13 comentarios:

Anónimo dijo...

JAVIER DEL GRANADO
(1913-1996)

Poeta, hijo de Félix A. del Granado, nació en Cochabamba el 27 de febrero de 1913 y falleció en esa misma ciudad en 1996. Realizó sus estudios básicos en Cochabamba: Casi toda su juventud la pasó en su propiedad agraria de Colpa, Arani. Presidió la Sociedad de Escritores y Artistas de su ciudad natal de 1947 a 1954. Fue Mantenedor de los Juegos Florales en 1946; a partir de los Juegos Florales de La Paz, 1943, Javier del Granado fue laureado en varios certámenes de esa índole, habiendo recibido la Flor Natural, el Laurel de Oro y la Banda del Gay Saber, hasta 1950, siendo galardonado con el título de Maestro del Gay Saber. Asimismo recibió otras distinciones internacionales, como el "Cesar Vallejo", de Lima; el "Rubén Darío", de Buenos Aires; al igual que la Medalla al Poeta Continental y una Corona de Laureles de Oro, que le otorgó en 1965 y 1966 la Organización Mundial de Poetas Laureados, con sede en Manila (Filipinas); en tal virtud, el Gobierno del General Barrientos le impuso la Corona de Laurel de Oro, en 1965. Fue Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua.

Sus principales obras son: Rosas Pálidas (1939), poemas; Canciones de la Tierra (1945), poemas; Cochabamba (1959), poemas; Evocación del Valle, (1964), poemas; La Parábola del Águila (1967), poemas; Antología Poética de la Flor Natural (1970), antología de los poetas laureados; Romance del Valle Nuestro (1972), poemas; Del Crepúsculo y el Alba (1973), poemas; Vuelo de Azores (1978), poemas; y Cantares (1989), poemas.

(Diccionario de la Literatura Boliviana)

POEMA :
LA COSECHA

La aurora cubre los cerros
bajo un fanal de violetas.
Los indios rasgan charangos
alrededor de la hoguera.

Frescas mocitas se escarchan
como el rocío en la hierba,
y del coral de sus labios
vuela un enjambre de abejas.

José Fernández, al moro
caracoleante, sofrena,
y airosamente desmonta
entre un repique de espuelas.

Juega el chimborno en sus dedos,
sus botas muerden la tierra;
dulces racimos de mozas
pican sus manos hambrientas,
y hunde el puñal de sus ojos
en Flora la molinera,
hija del bravo curaca
y de una hulincha colpeña.

Jugosa fruta del valle
con trenzas de madreselva,
pían sus senos caricias,
sangra su boca doncella.

Gloria de curvas su cuerpo,
su cara dulce y trigueña,
granos de quinua sus dientes,
sus ojos dos uvas negras.

Su carne prieta y fragante
emana embrujos de siembra,
y deslumbrado el mestizo
la elige su Delantera.

El potro oliendo los muslos
lanza un relincho de guerra.

Herida por las tipinas
cruje la panca reseca;
chacmiris y tipidoras
avanzan en larga hilera,
como dos brazos abiertos
para estrechar sementeras.

Palliris y suca-sarus
curvan la espalda en la gleba,
buscando mazorcas de oro
dormidas sobre la tierra.

El huillcaparo desborda
de las timpinas repletas,
hinchando enormes costales
que con sus dientes golpean
los huaraqueris de Arani,
temibles en la pelea.

Por el camino de sauces
los carretones se alejan,
desgarra el viento en chasquidos
el flaco ijar de las bestias,
y los gañanes preludian
una canción de la sierra.

Zumban mosquitos de lumbre,
circula el sol en las venas,
y los pulmones se embriagan
de acres vaharadas de tierra.

La gente sale a la sama,
Flora en la suca se queda
hilando un tierno romance
hecho de amor y de espera.

El jarkasiri murmura
que arde la flor de la aldea,
y cuchichean las indias
que habrá mañaca en la hacienda.

¡Ay! que ruedo de mocitas
en la casa solariega
cuando enlune el nina-pilco
su garganta de luciérnagas,
y se cuaje en los almendros
la plegaria de la tierra.

El campo colma de dones
las esperanzas labriegas;
reboza el maíz los graneros,
relumbra el trigo en las eras.

Una parvada de imillas
retoza por la pradera,
cargando al hombro su paga
dulce regalo de tierra.

Los cerros y los caminos
lucen sus ponchos de fiesta
y la encañada se viste
de campanillas solteras.

El sol incendia en las cumbres
el asta de sus saetas,
y se alborotan las coplas
que en el charango revuelan,
mientras las mozas se cimbran
en remolinos de entrega,
y los mancebos del rancho
barren el ala trovera.

Se enflora el viento de huayñus
y requebrando a la aldea,
sangre de sol y paloma
derrama sobre las quiebras.

El Mayordomo embozado
en poncho de polvareda,
sobre la grupa del potro
rapta a la grácil mozuela,
y el cielo comba su cúpula
en una fragua de estrellas.

(ROMANCE DEL VALLE NUESTRO (1972))

Anónimo dijo...

Veo que rinconete, un habitual, por lo que veo, ha optado por un poema de Javier del Granado, yo también hubiera optado por un poema de este autor, pero para ampliar un poquito el tema y así conocer a algún otro poeta boliviano yo voy a incluir este poema de Ricardo Jaimes Freyre :

ENTRE LA FRONDA

Junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura,
nieve y rosa su cuerpo, su rostro nieve y rosa
y sobre rosa y nieve su cabellera oscura.

No altera una sonrisa su majestad de diosa,
ni la mancha el deseo con su mirada impura;
en el lago profundo de sus ojos reposa
su espíritu que aguarda la dicha y la amargura.

Sueño del mármol. Sueño del arte excelso, digno
de Escopas o de Fidias, que sorprende en un signo,
una actitud, un gesto, la suprema hermosura.

Y la ve destacarse, soberbia y armoniosa,
junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura.

Espero haber acertado. Un saludo a todos los navegantes del "blog". MARCEL

Anónimo dijo...

Un saludo navegantes y colaboradores de Quinto pretoriano. En estos convulsos momentos en la nación boliviana, que nos recuerda, precisamente en este negro mes de septiembre, como ya nos recordaba un navegante en otro comentario del blog, aquellas oscuras conspiraciones ocurridas en Chile y que tuvieron las consecuencias que tuvieron, me decido por poner en este comentario el siguiente poema de Eliodoro Aillón Terán, un comprometido poeta boliviano de los años 60 a 70 :

PIDO LA PALABRA

Ciudadanos del mundo,
en nombre de mi patria, pido la palabra.
En nombre de mi pueblo, sencillo como el agua de la acequia,
pido la palabra.

En mi pequeña morada comenzó la patria
allí todos gritaban en las noches cuando el puño del alcohol,
caía sobre el rostro de mi madre, recuerdo la sangre y los nervios,
los nervios en angustia de alambres aprensados;
en las noches ondas, pobladas de llanto y el miedo de los pequeñitos allá,
en la esquina más dolorosa de mi sangre, comenzó la patria.

La escuela vino después,
también la patria estaba allí avergonzada, humillada;
ocultando en los rincones más apartados, sus pies descalzos.
Y la patria me miraba acongojada desde mis propias pupilas nubladas,
desde mis manos vacías y mis sueños enturbiados.

A mi me mostraban la escuela poblada de azules campanas
y la patria cuajada de campos abiertos,
pero, pero mi patria gemía a 4000 metros sobre el nivel del hambre,
hombres que crecía como piedras paridas por la montaña,
desnudos y fríos como peces muertos,
moviéndose a penas, llevando a cuestas su grito
trancado como una roca clavada en lo más hondo, en lo más duro de la tierra.

No señores,
la patria no era solamente la escuela poblada de altas campanas
ni la tierra salpicada de lagos felices,
no era solamente los montes incrustados de cielo,
ni los desfiles en los días de fiesta,
era también la impotencia del hombre
cuando el pan se convierte en gemido detrás de las puertas,
era la muchacha que buscaba su vestido dominguero en la esquina de la noche;
eran las manos crispadas en los mercados,
y el llanto, extendido en las estaciones.

Mi padre borracho era la patria que pesaba sobre mis pupilas,
sobre mis labios, sobre mis zapatos rotos;
y con esa patria a cuestas yo asistí a la escuela.
La maestra, me mostraba siempre una patria
y un cielo a los que nunca pude comprender.
Una patria con héroes, con cerros de plata, con tierras llenas de árboles frutales;
pero yo tenía que regresar a mi casa en las noches, y allí estaba la patria,
en el pan para dos que nunca satisfacía a cuatro,
en las pupilas de mi padre abiertas
como dos diablos encendidos en medio de los niños.

No señores, no.
La patria no sólo estaba en los salones, ni en los discursos de los presidentes,
ni siquiera en la bandera y sus colores.
Yo encontré a la patria botada en mitad de las calles,
mientras la lluvia cercenaba sus carnes.
Yo la vi desgarrarse por coger un pedazo de carne y otro poco de pan,
y lloré su tragedia, porque teniendo hambre, se comió su libertad.

Y mentidme a mi ahora, mentidme.
Yo vi a mi patria en todos sus confines,
la sentí como un garfio clavado en mitad de mi angustia,
la llevé como túnica de yeso por todos mis caminos,
la sentí como el peso de dios sobre el pecado y busqué su voz
para multiplicarla sobre las campanas del tiempo.

Yo vengo en nombre del obrero y sus overoles manchados,
en nombre de mi padre y su vicio,
pagado con la desnudez de sus hijos,
en nombre de mi madre y su voz callada,
en nombre de los niños yo vengo,
en nombre de mi patria estrujada por manos sin salario.
Yo no vengo a pedirles nada, nada que les pertenezca.

Mi pueblo, mi pueblo quiere su paz,
quiere su barco para recoger de playas lejanas un canto de gaviotas nuevas,
quiere sembrar su trigo y levantar sus fábricas,
quiere que sus niños rían,
jueguen y salpiquen los campos como las gotas de rocío al alba,
quiere que todos crezcan a lo largo de los ríos como el trigo,
y que todos se hinchen de sol y de lluvia como las uvas,
en la cuenca dilatada de los valles.

En nombre de mi pueblo,
humilde como la hierba, sencillo como el agua de la acequia,
ciudadanos del mundo,
pido la palabra.




Fuente: Palabravirtual.com

Anónimo dijo...

Acertados poemas los que han elegido los navegantes, todos ellos de poetas (m.), yo por mi parte y ya que citais a dos poetisas voy a elegir a una de ellas: Adela ZAMUDIO, poetisa y mujer adelantada a su tiempo, comprometida con la lucha en defensa de los Derechos de la mujer, en su país, Bolivia. Si ya es dificil de por sí esta lucha en los Países desarrollados imaginense como ha de ser en países de menor desarrollo, menor democracia, menor cultura, y no digamos si esta se desarrolla a finales del s. XIX y principios del s. XX, y utilizando entre otros métodos , a parte de la palabra, la POESÍA, así que aquí vaya esta poesía de Adela en defensa de esta lucha social :

NACER HOMBRE

Cuánto trabajo ella pasa
Por corregir la torpeza
De su esposo, y en la casa,
( Permitidme que me asombre).
Tan inepto como fatuo,
Sigue él siendo la cabeza,
Porque es hombre!

Si algunos versos escribe,
De alguno esos versos son,
Que ella sólo los suscribe.
(Permitidme que me asombre).
Si ese alguno no es poeta,
Por qué tal suposición
Porque es hombre!

Una mujer superior
En elecciones no vota,
Y vota el pillo peor.
(Permitidme que me asombre).
Con tal que aprenda a firmar
Puede votar un idiota,
Porque es hombre!

El se abate y bebe o juega.
En un revés de la suerte:
Ella sufre, lucha y ruega.
(Permitidme que me asombre).
Que a ella se llame el "ser débil"
Y a él se le llame el "ser fuerte".
Porque es hombre!

Ella debe perdonar
Siéndole su esposo infiel;
Pero él se puede vengar.
(Permitidme que me asombre).
En un caso semejante
Hasta puede matar él,
Porque es hombre!

Oh, mortal privilegiado,
Que de perfecto y cabal
Gozas seguro renombre!
En todo caso, para esto,
Te ha bastado
Nacer hombre.

Oruro Nogales dijo...

La trayectoria y algunos textos de Gary Daher se pueden encontrar en su sitio web http://garydaher.com

Para muestra copio uno de los poemas que aparecen en ese sitio:

Camino a Samarcanda

Soy el ángel gris que aparece en tus sueños
el mago negro
con el casco en la espalda
como un caracol cuya baba
es la única huella de su camino a Samarcanda

esto sucede cuando duermes
y yo insisto en jugar juegos de guerra
en la máquina inmoral de aqueste siglo

y luego si despiertas
busco el centro de tu talle
la perfecta crucifixión que hace tu ombligo
y bebo sin parar de aquel veneno
de tus pechos -cielo de serpientes-
que muero por poseer
entre el avispero
de tu boca
y la curva celestial de tu áfrica dorada

pero ninguna pesadilla ya te causa pavor
ni te intimida

mi cuerpo
libre del hueso que lo cubría
como la oruga expuesta
no tiene futuro de mariposa
y morirá
-no lo quiera el buda-
secándose en la hoja de la mora
derramándose en saliva
muy lejos de la seda.

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