miércoles, 28 de mayo de 2008

SOBRE CIERTAS PRENDAS DE VESTIR




En el año 1515, un aventurero español llamado Juan Bermúdez, descubrió unas islas, allá por el Atlántico. Si alguien piensa que las islas en cuestión se llaman islas “Bermúdez” está equivocado. Se llaman “Bermudas”, porque así las pronuncian los ingleses, o británicos. También se llama bermudas, a ”un tipo de pantalón ajustado que llega a la rodilla sin cubrirla”.
Eso sería así en otros tiempos, que en Q. P. no lo ponemos en duda, porque las usamos poco. Las bermudas de hoy en día son más bien amplios, anchos y de colores chillones y son la prenda de vestir habitual de los “guiris” que vienen a la ciudad.
Casi todos llamamos a la ouatinée, palabra francesa, buatiné. Algunos, más papistas que el Papa, la llaman guatiné. Intuyen que algo tiene que ver con la palabra castellana de origen árabe guata. Unos y otros se equivocan, aunque por poco. Lo que en francés se denomina ouatinée, que suena a matinée, es en nuestro idioma guateado, es decir relleno de guata, prenda de vestir habitual de las amas de casa o “marujas” en las series televisivas españolas.

Poema de hoy



Poema enviado por Pedro Maria Santos Mugica

EL ARTE DE FECAR

Cagar es un placer, desgañitarse
por el caño febril y terminar
sin prisa alguna que nos lleve a odiar.
Cagar es como el arte de escribir:
hay que pensado y darle el tiempo justo
para que todo salga bien robusto.
Dicen los eruditos que lo saben
que nadie puede cometer suicidio
después de ese preciso infanticidio
y que limpia de cuajo toda culpa
y que deja el espíritu en muy alta
esfera de perdón, limpio de falta.
También es cierto, habrá que concederlo,
que como hay seres para cielo y cloaca
existen modos miles de hacer caca:
desde la huida desapavorida
de la angustia inminente del diarreico
o el caprino cagar del fariseico
hasta el atoro del que no quisiera
deshacerse de nada y todo estriñe
porque piensa que el mundo lo constriñe.
La perfección en el cagar reside
(si residir se puede en este gesto
que es más etéreo cuanto más denuesto),
en llegar preparado y salir justo
casi como un selservis del desecho,
un, dos, tres, otro esfuerzo, ya es un hecho.
Porque quedar a medias es horrible:
el cuerpo lo resiente y se te en china,
tiembla, se raja, escalo fría, rechina
y en el alma y el cuerpo del causante
y en el cuerpo y el alma del delito
es muy mala señal hacer poquito.

Poema de Pedro Serrano

EL PURGATORIO DE LA SOLEDAD


En el poema titulado El paraíso sobre los tejados, dice Pavese (y cito de memoria):

-Será un día tranquilo, con una luz fría,
como el sol que se levanta y se pone.
Nos despertaremos en la tibieza del último sueño;
el aire será tal la tibieza;
pondrá una sombra larga sobre el rostro supino… -

Fue una premonición, fue el pálpito de esa jornada postrera sobre cuyo advenimiento el poeta tuvo, a través de su vida, una conciencia muy clara. La muerte, para nuestro hombre, será, a la postre, una forma de libertad, una manera de desligarse de esas candentes ataduras -crueles y sin posible elusión- que fueron aferrándose a su espíritu, cual malas hierbas, a lo largo de toda su peripecia vital. Sobre los posibles mecanismos de defensa ante este difícil avatar, creemos que no fueron muy firmes o que él no tuvo la suficiente fuerza, el cuajo necesario, para construirlos, para curarse, con arriesgada homeopatía, de esas parasitaciones. No fue muy brillante el planeta que reinó el día de su nacimiento, en septiembre de 1908, en un pueblo de Cuneo (Piamonte) llamado Santo Stefano Belbo. Ni los sucesos familiares ni políticos iban a favorecer a un hombre frágil y circunspecto, poco agraciado físicamente y vulnerable por su genuina sensibilidad. La incomunicación, que entraña soledumbre, las dudas éticas, en unos años en los que sólo cabía la alternativa de rebelarse o de rendirse ante los acontecimientos, y el difícil acceso al mundo femenino son tres goznes sobre los que gira una vida dolorosa y atormentada que se refleja de manera palmaria en ese diario, El oficio de vivir, que escribió durante toda su vida y que termina el 17 de agosto de 1952 con tres frases: “Todo esto me repugna. Ninguna palabra. Un gesto. No escribiré más”. A partir de ahí, la habitación solitaria del hotel Roma, las cinco llamadas telefónicas, lo somníferos y, acaso, el encuentro, por fin, con aquella dama de la voz ronca.

Césare Pavese es una figura de rasgos trágicos, como si un hado maligno, un sino, lo hubiera ido persiguiendo un día tras otro. Muy niño, pierde a su padre y queda tutelado por su madre, una mujer autoritaria y desilusionada, cuyo carácter, precisamente, buscó Pavese en las mujeres que, ya adulto, pudieron interesarle. Había en él una desconfianza hacia la ternura y su despliegue, hacia el amor dulce, apacible, un poco bobalicón, que hace las delicias de un determinado tipo de hombre. El poeta se prendó siempre de las mujeres de temperamento vigoroso, un punto adustas, que viven para sí y saben arrostrar los inconvenientes que la vida, como si fueran guijarros o rodrigones, les va poniendo en el camino; mujeres cuyo nombre -y esto es una anécdota apuntada por Marta Rivera de la Cruz- aparece en sus novelas con su C inicial: Cate, Clelia, Concia, mientras que a las hembras débiles y sumisas las apoda con una E de comienzo: Elena, Elvira, Ernestina… Aun así, en el poeta siempre coexistirán dos sentimientos ante la mujer: el de admiración y deseo de compartir su afecto, y el de menosprecio e incluso odio, un odio que acaso arranque en el rechazo de ellas ante sus requerimientos . Estos juicios no tienen por qué asombrarnos. Pavese sintió siempre un ardiente deseo de encontrar a la mujer ideal -su propia biografía lo delata-, y ellas no pudieron o no quisieron corresponderle. El despecho de Pavese es comprensible; como todos los fracasados en el amor, siente una confesada simpatía por las mujeres de la vida. Sin embargo, él contrajo una bronquitis crónica al esperar bajo el aguacero a una artista de varietés que, al final de su representación, huyó por una puerta lateral con otros hombres, dándole humazo. Y su estancia en la cárcel se debió al acceder, por el amor no correspondido de una joven activista, al cruel oficio de cartero entre ésta y su amante partisano. Estando en esto, conviene decir que acaso su gran amor, el postrero, fue la americana Constance Dowling. Ésta le rechaza y le confiesa que va a casarse con otro hombre. Pavese lo acepta con estoicismo y todavía es capaz de enviarle poesías, sin resquemor, sin esperanza. ¿Y a qué mujeres pudo llamar en su última noche…?

Es posible que, a la vista de lo sobredicho, se pueda tener una opinión algo desfavorable de Pavese. En realidad, sus denuestos contra las mujeres vienen dados por el menosprecio que éstas sintieron siempre hacia el poeta. Pavese buscó a la mujer ideal o, al menos, a aquella que se adaptase más estrechamente a su manera de ser y de sentir. No la encontró y eso le hizo generalizar un juicio negativo sobre el mundo femenino, más rabieta y venganza que convicción. Podríamos resumirlo en esta frase: Pavese amaba a las mujeres; las mujeres no le amaban a él. Para colmo, es palmario que habría necesitado una mujer de fuerte personalidad (¿trasunto de la madre?) que resolviera esa desconfianza del poeta hacia la blandura, el amor fácil, lo empalagoso del mimo. Y hasta su última noche en el hotel Roma de Turín no renunció a encontrarla.

Estudio aparte necesitaría toda la magnífica y significativa obra poética que Césare desplegó durante su andadura por la tierra. Creo que debo señalar, porque es un factor a tener en cuenta, el conocimiento exhaustivo que tenía él de la poesía y la novelística norteamericana, a tal extremo que puede decirse que la puso de moda. Traductor de Walt Whitman, Sinclair Lewis, Melville, Sherwood Anderson, Steinbeck, Dos Passos, Gertrude Stein, Daniel Defoe, Dawson, Morley, Dickens o el citado Faulkner, su familiaridad con las letras americanas es indudable. Coordinó, junto con Vittorini su Antologia americana. De aquella poesía aprendió el tono mesurado pero vigoroso, la naturalidad, el lenguaje coloquial -a veces cerca del prosaísmo-, el verso muy extendido sobre la página por mor de decasílabos y endecasílabos, la capacidad de observación y, sobre todo, de trascender las cosas que aparentemente están menos revestidas de interés; algo que ya hizo Vallejo, en el Perú, y de lo cual los yanquis son maestros.

Creemos, sin demasiado miedo a equivocarnos, que Pavese (nacido en1908), junto con Montale (1896), Quasimodo, (1901) Ungaretti (1888) Pasolini (1922) y acaso Dino Campana (1885) forman un friso impresionante de lo que ha sido la poesía transalpina del pasado siglo.
En un soneto inmarchitable, Francisco de Quevedo se enfrentó a la muerte diciéndole que perdería su condición si mirase a su amada, a tal extremo, que se volvería vida. Dice: “Que serás vida si llegase a verte, y quedarás de ti desconocida”. Siglos más tarde, otro poeta, este italiano y de nombre Césare Pavese le escribe a la mujer de su sueño: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. ¿Puede pensarse en algo más apasionado y estremecedor?

Jorge G.Aranguren (27-5-2008)

lunes, 26 de mayo de 2008

Las bonitas canciones infantiles:



A la lata,
al latero,
a las hijas del chocolatero.

Al subir,
al bajar,
a las hijas de Baltasar.

A la leche,
leche helada,
a las niñas de la limonada.

Palabras o expresiones dudosas:

  • Remoto: Se construye con de. “Remoto de la casa"
  • Relaciones públicas: La Academia propone “Relacionista”.
  • Referéndum: Puede españolizarse en “Referendo / os”.
  • Remplazar: Preferible: “Reemplazar”.
  • Rembolsar: id. “Reembolsar”.
  • Rebasar: Se escribe con de: “Rebasar de la muralla”, o sin de, en uso transitivo: “Rebasar la muralla”.

Palabras para recuperar:


  • Escarapelar (se): Reñir
  • Encelajarse: Nublarse el cielo con nubes ligeras
  • Encendrar: Purificar.
  • Endino: Maldito, molesto.
  • Enfoscarse: Nublarse. Cubrirse el cielo de nubes
  • Engarbarse: Encaramarse a lo más alto de un palo.

VISTO, OÍDO, LEÍDO

  • Ha llegado a nuestros oídos que, en las listas de favoritos, nuestro friki nacional -el Chikilicuatre/o- está colocado entre los diez favoritos. Pronosticamos que irá subiendo. El gusto europeo por lo bobo, lo cursi y lo banal acabará con emparentarse con el paladar ibérico. Ya no existe la vergüenza ajena. ¡A ver, a ver!
  • Otro abrazo grande para Rafa Nadal, alguien que sí -¡y cómo!- sabe llevarnos por lejanas tierras, y no sólo de polvo de ladrillo. Achuchón para Jorge Lorenzo, el roto, y besos para Gemma Mengual. Está visto que los baleares -injustamente motejados de comodones y poco dinámicos- nos están dando una lección. Que no es guapo això?
  • Essan Grafic y el Ayuntº de Punta Umbría convocan el Décimo Premio Nacional de Relatos “Canaleta”. Las bases, en la Casa de Cultura “Juan Ramón Jiménez”, Avda. Pintor José Caballero, 1, Punta Umbría 21100 (Huelva). Plazo hasta el 30 de septiembre. Dotación: 1.200 euros.
  • Igualmente, dicho Ayuntº y la Cámara Municipal de Vila Real de San Antonio, en Portugal, convocan el II Premio Internacional de Poesía “Palabra Ibérica”. Bases en la Casa de Cultura de Punta Umbría, Plaza de las Artes, s/nº, en Punta Umbría, 21100 (Huelva). Mismo plazo. Dotación: 2.500 euros. Poetas, narradores, ¡anímense!
  • Nuestra enhorabuena a Arturo Pérez Reverte, al que se le acaba de conceder en Italia un premio prestigioso. Reverte es un escritor incisivo, valiente y sin complejos. Seguro que se lo ha merecido.
  • Por cierto, P.R. glosó el pasado domingo, en El Semanal, el libro Los peces de la amargura (Tusquets), de nuestro paisano y amigo Fernando Aramburu. Aramburu destaca por la riqueza y originalidad de su prosa, impecable, y tiene un horizonte privilegiado como narrador.
  • En el diario Metro: “Rodolfo Chiquilicuatre da lecciones de español en Serbia”. Y luego: “El representante español de Eurovisión da una clase magistral en el Instituto Cervantes de Belgrado. Y convence”.Lo que no convence es la falta de rigor (¿de vergüenza?) del Instituto Cervantes de Belgrado.

El poema de hoy:




Mi rostro era un tormento.
Nube. Gajos de sol. Rompí el espejo.
Un rostro fragmentado. Y todo el cielo.
Dormir. Pasar. No desear. ¡Deseos,
ya para qué! Mis labios. Y el silencio.
Dormido entre los muros de este huerto.

Pasó un pájaro blanco, alegre, extenso.
Sus alas, su gorjeo.
¿Es burla ver los pájaros en vuelo?
Pero yo no estoy preso.
Los bosques, crepitando. Los destellos.
Más allá no hay jardines. No los quiero.
Pájaros, bosques, mares, el espléndido
relato de inconstantes y viajeros.

Ángeles no de llamas, sí de yeso.
Latir. Urgente azul. Estoy despierto.
Mi torre tiene un mirador y espejos.
Desde aquí miro y toco y gozo y siento.

Su voz no amó Narciso. Amaba el eco.

Antonio Carvajal: Siesta en el mirador

Las letras del buen Flamenco:



Las letras del buen Flamenco:

Petenera del Perro de Paterna:

Ella encontró un mal amante,
se perdieron mil por ella,
fue una mujer y hoy un cante,
su nombre, la Petenera.

Murió apuñalá una tarde,
fue una mujer de bandera,
está enterrada en el aire,
-mare de mi corazón-,
está enterrada en el aire
en Paterna de Ribera.
=

¿Y cómo no recordar y saborear aquella copla de don Antonio Machado? Dice: “Gracias, Petenera mía, / por tus ojos me he perdido. / ¡Era lo que yo quería!”.

Correo del navegante:






Julia Sarabia, desde Elorrio, nos dice:
Me gusta vuestro blog, pero me he dado cuenta que no habláis de temas políticos, que hoy están en boca de todos, son guays, y más aún viviendo en Euskadi. (¿Es que tenéis miedo a ser “políticamente incorrectos”?)
(Pues no, bonita -contestamos-. Redaños no nos faltan. Ocurre que éste es un blog literario con alguna concesión a lo social y deportivo, y cortesías, si bien no extensas ni profesorales, hacia el mundo de las Bellas Artes. Si hacemos algún comentario que pudiera entenderse como político, es que se nos ha escapado, como un viento. Y pedimos perdón.)


Cuca Santoro
, desde Orense, escribe:
Si, según nuestra nueva jurisprudencia, un bofetón del marido a la mujer tiene mayor castigo que otro bofetón de la mujer al marido, ¿no será porque los hombres tienen la cara más dura? Y me pregunto también, con algo de zozobra, si el castigo será proporcional al tipo de artilugio empleado para asestar el golpe. Yo tengo, además de mis dos manitas, el rodillo del pan, la plancha, el mango de la fregona, los zapatos de tacón, la escobilla del wáter y un trozo de barra del tendedero. ¿Hay algo estipulado que me saque de la mentada duda y deje así de atormentarme?
(Mire usted, doña Cuca. Atízele con ganas y déjese de otras historias. Seguro que él se lo merece. Además, siempre podrá usted argüir, ante el juez, maltrato psicológico).


Rosa Ricci
desde Arenas de San Pedro, nos regaña:
Me parecen ustedes, los de Q.P., con todos los respetos, un poco gilipuertas. Se meten con todo el mundo, como si ustedes estuvieran libres de pecado. Y las palabras que recomiendan no las emplea ni mi novio, que es todo un licenciado. La paja en el ojo ajeno, ¿no?


Fátima Vallespí
, desde Ceuta, escribe:
Ya sé por qué la tarifa nocturna de la luz va a incrementarse pronto un setenta por ciento. Se tratará de iluminar “la España de colores” que nos prometen desde el Gobierno.


Federico Robles
, desde Lavapiés (Madrid) nos dice:
¡Qué susto el de Ramón María del Valle-Inclán si levantara la cabeza! Se daría cuenta de que sus esperpentos no eran nada comparados con mucho de lo que hoy se ve en este país.

VISTO, OÍDO, LEÍDO

  • El alcalde de San Sebastián parece seguir empeñado en su lucha contra el automóvil y lo automovilistas. Primero fue hacer peatonales las calles más céntricas y galanas de la ciudad, plantando arbolitos en las aceras. Todo ello se alaba, pues ya no hay capital europea que no presuma de sus grandes vías peatonales, amplias y sombreadas. Pero el pecado siempre está en la exageración, pues después vino la furia por los carriles para bicicletas (bidegorris); y más tarde, el estrechamiento de las calzadas con el fin de que los coches marchasen de uno en uno, sin poderse adelantar y a paso de jubilado artrítico. Ahora se ha dispuesto que a quienes aparquen mal -normalmente son descargadores que se las ven y se las desean para cumplir con su trabajo- se les imponga una multa de cien euros. ¡Cien euros! ¡Con qué facilidad jugamos con el dinero ajeno! ¿Piensa el alcalde que, para llegar a esa suma, la muchachita que le sirve el café o la cerveza en las cafeterías cercanas al Ayuntamiento, deberá trabajar trece horas aproximadamente?; ¿qué la esforzada cuidadora doméstica que algún día le asee, cuide y alimente necesitará -a tenor de los escasos ocho euros que gana a la hora- día y medio de currelo? ¿Cómo puede tolerar el ciudadano estas desproporciones?, ¿dejando de votar?
  • En cuanto al bidegorri, está muy bien, aunque hubiésemos preferido que el terreno utilizado al efecto se hubiese sustraído a la calzada, no a las aceras. Es lo que se hace en Europa. Por otro lado, estos carriles han producido un auténtico frenesí entre los ciclistas, los cuales circulan, rápidos y despreocupados, por aceras donde el peatón entrado en años se siente continuamente agredido. Quien esto escribe ha sido atropellado dos veces, y una, ¡qué gracia!, al salir de su portal, pues el hotentote que me cruzó, a todo gas y con el piñón del trece, circulaba a medio metro de los edificios. Y esto lo dice un hombre que ha pertenecido a varios equipos cicloturistas (Kalapie no, ¡Dios me libre!) en Donostia y en Palma de Mallorca, y que tiene en sus abductores cientos de kilómetros por carreteras secundarias. Pero, eso sí, nosotros jamás nos atrevimos a subirnos a las aceras. Eso quedaba para los peques y para alguna señorita pija y distraída.
  • Por otra parte, el problema de la circulación urbana lo remedia un reforzado sistema de autobuses a precios asequibles. A un cincuentón que debe ir a su trabajo con traje y corbata, dígale usted que se haga cinco o más kilómetros sudando la camiseta hasta llegar al laburo. ¿Y si nos llueve?; ¿es tan difícil que jarree en San Sebastián?... ¿Será esto la consecuencia del desmelenamiento por lo progre?
  • Lo curioso es que, según el Código Español de Circulación, ningún vehículo de dos, tres o cuatro ruedas puede circular por las aceras; su sitio natural está en la calzada. Lo doloroso, no obstante, es comprobar que las autonomías y los ayuntamientos han hecho caso omiso de esta norma básica, un ordenamiento que protegía la circulación libre de los peatones: los ciudadanos más indefensos.
  • Otro apriorismo de los propietarios de los velocípedos es que, si circulan por la calzada, “se la juegan”. Caramba, no es así. Entre los cicloturistas ha habido muertos, ya se sabe; pero bastantes más los hubo entre los usuarios del automóvil o del camión: transportistas, conductores de ambulancia, viajantes de comercio, ejecutivos, nocherniegos, etc. Por otra parte, todo deporte comporta riesgos. Hablamos de los montañeros, de los escaladores, de los guías de esquí, de quienes practican el la caza submarina o el buceo con botella, de los amantes del ultraligero, de los motoristas en general. Y si nos ceñimos a profesiones: ¿qué decir de pescadores, perceberos, albañiles, encofradores, electricistas, buzos, poceros, maquinistas, trabajadores de vías férreas, mineros, dinamiteros, cortadores de árboles, aserradores, ferrones, empleados en altos hornos, herreros, manipuladores de productos químicos, etc.?
  • En el donostiarra Paseo de la Concha, unas bandas rojas casi invisibles delimitan el camino por el que deben discurrir las bicicletas. En el suelo queda bien visible la señal de máxima velocidad: 10 o 5 kilómetros por hora. ¿Creen ustedes que alguien respeta esas señales? Dense una vuelta y, si llevan niños pequeños, no los suelten de la mano, pues ellos, en su inconsciencia, pueden escaparse de sus padres y cruzar la franja de peligro. Esto lo hemos visto todos y no es un sueño. En el Paseo de Francia, cualquier persona que salga por la parte arbolada corre riesgo de inmediato atropello, ya que el bidegorri se ha construido pegado a los muretes de las villas; y en ese punto, precisamente, el ciclista da rienda suelta a su fantasía de corredor en la Bicicleta Eibarresa. Pero junto al Paseo de Francia, en la parte central del puente de Santa Catalina, se construyó un hermoso bidegorri. ¡No lo coge nadie! ¿Ocurrirá lo mismo en las calles Birmingham y Segundo Ispizua? Lo veremos.
  • Por todo lo cual, sería conveniente -y muchos ciudadanos lo están requiriendo (no sólo Q.P)- que siguiesen construyéndose bidegorris hasta formar una red que cubriera toda la ciudad de San Sebastián; pero eso sí, se prohibiría terminantemente circular en bicicleta por las aceras, lugares que solamente deben ser transitadas por el peatón, el ser más débil. Si el ciclista debe apearse y llevar su bicicleta por el sillín o el manillar en su marcha por las aceras, estará muy bien, darán una lección de urbanidad y de buena educación.
  • En resumen: sí al bidegorri, no a la circulación de bicicletas, patines y sancheskis por las aceras. Todos ganaremos mucho. Y que no se nos moleste Kalapié, porque nosotros lo apoyamos, en su día, en la petición de carriles-bici. Ahora bien, este grupo debería exhortar a sus socios a que cumplieran las reglas que hemos expuesto y que mantenemos. Haciendo oídos sordos, no tardará en haber una pequeña guerra. Y a eso no debe prestarse nadie. Porque si a un automovilista se le multa con ciento treinta y cinco euros por dejar el coche en segunda fila, ¿qué sanción deberíamos aplicar al tipo que va dando bandazos por la acera con su armatoste? Ah, es que a éste no le caza nadie o, como nos dijo un municipal: “Denúnciele cuando cometa el atropello… ¡Ni Groucho!
  • Y pensamos que resulta bien triste, y casi nos espeluzna, tener que añorar, en este apartado, los lustros de la Dictadura. Pero yo recuerdo que, en las décadas del cuarenta al setenta, los guardias municipales (celadores) -salacot en la cabeza, pito estrepitoso- estaban fijos en todos los cruces de las calles. Tenía usted un problema, alzaba la mano y allá venía, solícito, el agente para ayudarlo en lo que fuera. Ahora, parapetados en sus automóviles, los guardias -o hertzainas- se dedican a circular en sus rondas de vigilancia. Eso sí: las sirenas nos retrotraen a las películas de tiros, al mejor Chicago. ¿Y nuestra seguridad?
  • Entre el zurriburri del Txikilicuatre (mejor: Chiquilicuatre/o) y el nuevo disco de Manolo García nos van a dar el final de mes. Menos mal que están los programas y series españolas de televisión -y los concursos, con el incombustible Sobera las más de las veces- para sumirnos en un auténtico marasmo intelectual. Pues nada chicos, mucho Orfidal, mucha aspirina y mucho Prozac; pero no los mezcléis, por favor.
  • Titular deportivo en el periódico Metro (19/5): El Sevilla golea al Athletic en su peor partido de la temporada. Pues si, jugando mal, les metieron cuatro, caso de jugar bien… Qué fácil hubiera sido decirlo así: “El Athletic, goleado por el Sevilla en su peor partido de la temporada”.
  • Oímos en la tele que el último trabajo de Rosario, la antaño simpática gitanilla, se ha hecho acreedor a un disco de oro. ¡Qué capacidad tenemos los españoles de comer de puchero!
  • El arma letal contra estos asesinos es la unión de todos, se lee, como titular principal, en el diario Noticias de Gipuzkoa (19/5) La unión ¿de quiénes? Suponemos que se refiere a los demócratas.
  • Nuestro pésame a los hinchas del Levante, Murcia y Zaragoza. La solución: hacer limpieza y pasar página.
  • En una cuento maravilloso de don Pío Baroja, el protagonista (un indiano) le dice a su compañero de romería: “Puede que sea esa tristeza que nos causan las alegrías de los demás”… Eso debieron de pensar los jugadores levantinos la otra noche, en el Bernabéu. Un aplauso para todos ellos.

El estilo lo es todo:



De plata los delgados cuchillos, los finos tenedores; de plata los platos donde un árbol de plata labrada en la concavidad de sus platas recogía el jugo de los asados; de plata los platos fruteros, de tres bandejas redondas, coronadas por una granada de plata; de plata los jarros de vino amartillados por los trabajadores de la plata; de plata los platos pescaderos con su pargo de plata hinchado sobre un entrelazamiento de algas; de plata los saleros, de plata los cascanueces, de plata los cubiletes, de plata las cucharillas con adorno de iniciales… Y todo esto se iba llevando quedamente, acompasadamente, cuidando de que la plata no topara con la plata, hacia las sordas penumbras de cajas de madera, de huacales en espera, de cofres con fuertes cerrojos, bajo la vigilancia del Amo que, de bata, sólo hacía sonar la plata, de cuando en cuando, al orinar magistralmente, con chorro certero, abundoso y percutiente, en una bacinilla de plata, cuyo fondo se ornaba de un malicioso ojo de plata, pronto cegado por una espuma que de tanto reflejar la plata acababa por parecer plateada… “Aquí lo que se queda -decía el Amo-. Y acá lo que se va.” En lo que se iba, también alguna plata -alguna vajilla menor, un juego de copas y, desde luego, la bacinilla del ojo de plata-, pero, más bien, camisas de seda, calzones de seda, medias de seda, sederías de la China, porcelanas del Japón -las del desayuno, que vaya usted a saber, tomaríase, a lo mejor, en gratísima compañía-, y mantones de Manila, viajados por los anchísimos mares del Poniente. Francisquillo, de cara atada, cual lío de ropas, por un rebozo azul que al carrillo izquierdo le pegaba una hoja de virtudes emolientes, pues el dolor de muelas se lo tenía hinchado, remedando al Amo, y meando al compás del meado del Amo, aunque no en la bacinilla de plata sino en tibor de barro, también andaba del patio a las arcadas, del zaguán a los salones, coreando, como en oficio de iglesia: “Aquí lo que se queda… Acá lo que se va”. Y tan bien quedaron, a la puesta de sol, los platos y platerías, las chinerías y japonerías, los mantones y las sedas, guardados donde mejor pudieran dormir entre virutas u salir a largísimo viaje, que el Amo, aún de bata y gorro, cuando le tocara ponerse ropas de mejor ver -pero ya hoy no se esperaban visitas de despedida formal-, invitó al sirviente a compartir con él un jarro de vino, al ver que todas las cajas, cofres, huacales y petacas quedaban cerrados. Después, andando despacio, se dio a contemplar, embauladas las cosas, metidos los muebles en sus fondos, los cuadros que quedaban colgados de las paredes y trasteros. Aquí, un retrato de la sobrina profesa, de hábito blanco y largo rosario, enjoyada, cubierta de flores -aunque con mirada acaso demasiado ardiente- en el día de sus bodas con el Señor. Enfrente, en negro marco cuadrado, un retrato del dueño de la casa. Ejecutado con tan magistral dibujo caligráfico que parecía que el artista lo hubiese logrado de un solo trazo -enredado en sí mismo, cerrado en volutas, desenrollado luego para enrollarse otra vez- sin alzar una ancha pluma del lienzo. Pero el cuadro de las grandezas estaba allá, en el salón de los bailes y recepciones, de los chocolates y atoles de etiqueta, donde historiábase, por obra de un pintor europeo que de paso hubiese estado en Coyoacán, el máximo acontecimiento de la historia del país.
Alejo Carpentier: Concierto barroco.

Pavese


No siempre aciertan los poetas a vivir; pero casi siempre saben cómo morir. Se les hace difícil e ímproba la vida; pero se acercan a la muerte con la candidez de un enamorado. Corren a su encuentro, como Alejandra Pizarnik; se abrazan a ella, como Alfonsina Storni; se demoran cargadas de piedras, como Virginia Woolf; saltan en su busca, como Paul Celan, desde el puente de Mirabeau. "Pasan los días, pasan por decenas. Ni el tiempo pasado, ni los viejos amores regresan. Bajo el puente Mirabeau fluye el Sena", escribió Apollinaire, y nosotros escuchamos en la voz líquida de Serge Reggiani. El poeta Li Bai (o Li Po), una noche que se encontraba paseando en barca, ebrio como otras veces, vio la luna reflejada en las aguas del lago, se inclinó para saludarla y abrazarla, cayó, como era lógico en su estado, y se ahogó. Sus poemas se han convertido en clásicos, no sólo en la China, sino en una gran parte del mundo occidental y civilizado. Sus palabras se extienden sobre el territorio físico y, también, sobre el otro, el que está situado más allá de cualquier corporeidad: sin límites ni fin. Leo un poema: "La brisa otoñal refresca. La luna brilla. Las hojas caídas, amontonadas, se mueven. El cuervo, ya recogido, sale asustado de su nido. ¿Dónde estarás, mi amor? ¿Cuándo volveré a verte? ¡Ay! Esta noche me duele el corazón". El poema atrae a la mente aquel texto de Jacques Prevert, titulado "Les feuilles mortes" que cantó, entre otros, Ives Montand, que tocó, entre otros, Miles Davis. Las aguas del lago se agitan, el viento arrastra las hojas secas, el corazón nunca está impasible. Para el melancólico, siempre es otoño, aun en verano. Para el melancólico la vida es un fulgor, un instante de lucidez, un intervalo de éxtasis que desborda el tiempo no vivido ni soñado, el tiempo huido o dejado de lado, abandonado y huérfano, el tiempo preso en manos ajenas.

Sería aventurado afirmar que Cesare Pavese se preparó durante toda la vida para la muerte, pero también lo sería afirmar que la muerte vino y lo cogió de sorpresa. Él tenía una idea de la misma, había imaginado sus pasos, adivinado su mirada; había ensayado su postura, repasado sus ademanes, su compostura, para cuando viniese en su busca. “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. La muerte siempre trae los ojos de quien la espera. A veces nos guiña un ojo; a veces, no, pero pocos veces sabemos extraer de dicho gesto la certeza. Dudamos y esperamos; esperamos mientras dudamos.

Sucedió en el hotel Roma, cerca de la estación de Turín, lugar ocasional para encuentro de amantes furtivos, donde se viaja por los raíles de la sangre e incluso por la vía incierta y desmesurada de la pasión. El comienzo de toda relación es alegre; significa un reencuentro con la vida, un amanecer, un renacimiento; se borran todas las experiencias anteriores, como si no hubiesen existido. “La única alegría en el mundo es comenzar. Es hermoso vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante. Cuando falta esta sensación –prisión, enfermedad, hábito, estupidez– uno quisiera morir”, escribió Pavese en su diario. Su única alegría en el mundo era comenzar a escribir. Vivir era escribir. Escribir era vivir, la palabra era signo de vida, cada problema lingüistico un problema vital de difícil resolución. El deseo de vivir es el deseo de escribir.

El deseo escribe sus designios en la carne blanca de los amantes, al compás de los latidos del corazón. Pero cuando ellos escuchen el sonido metálico de los trenes cercanos, el silbato avisando la partida de alguna locomotora, sabrán que, en su viaje, no han llegado demasiado lejos. Mirarán desde la pequeña ventana hacia afuera y verán la estación, y la gente que se va, y las palomas que vuelan como si fuesen figuras de humo. Sabrán que su viaje ha llegado a término, cuando no ha hecho más que iniciarse, sabrán que ya es hora de despedirse. Pavese, en el hotel cercano a la estación, vio que el mundo se iba hacia alguna parte y que él se quedaba, tan solo como había vivido siempre. Antes de su muerte envió una carta a una muchacha: “¿Puedo decirte, amor, que nunca me he despertado con una mujer a mi lado, que cuando amé nunca me tomaron en serio y que ignoro la mirada de reconocimiento que una mujer dirige a un hombre”. Dicen que hizo varias llamadas a varias mujeres, sin resultado.

Hay que reconocer que un acto semejante no se improvisa. Es un suicidio escrito de antemano, demasiado literario. El día 10 de abril de 1936 escribió en su diario: “Cuando un hombre se encuentra en mi estado, no le queda sino hacer examen de conciencia. No tengo motivos para desechar mi idea fija de que cuanto le sucede a un hombre está condicionado por todo lo pasado, en resumidas cuentas, de que se lo merece. Una prueba, ahora que he llegado a la abyección moral, ¿en qué pienso? Pienso en lo hermoso que sería que esta abyección fuese asimismo material, tuviese por ejemplo los zapatos rotos. Sólo así se explica mi vida actual de suicida. Y sé que estoy condenado para siempre al suicidio ante todo obstáculo y dolor. Es esto lo que me aterra. Mi principio es el suicidio nunca consumado, que no sumaré nunca, pero que me halaga la sensibilidad”.

Luego aparecerá el gesto, la acción de tomar las pastillas en la habitación del hotel, cerca de la estación; luego viene el quedarse y demorar, soñar un instante en que se es un animal dormido y que una mano femenina lo acaricia con suavidad, con ternura. Esperando a la esperanza.

“Oh querida esperanza,

también nosotros aquel día,

sabremos que eres la vida y la nada”.

Pero la vida de Pavese no se reduce a ese gesto. Su amigo Italo Calvino ha señalado lo siguiente: “Existe una historia de la felicidad de Pavese, de una difícil felicidad en el corazón de la tristeza, de una felicidad que nace con el mismo impulso de profundizarse en el dolor, hasta que la fisura es tan grande que el fatigoso equilibrio se despedaza". Pavese se asomó al abismo del dolor, y se vio reflejado en el fondo del mismo, entre una barahúnda de gritos, llantos y susurros. Se reconoció a sí mismo, e intentó llevar ese reconocimiento al mundo de las palabras, intentando de alguna manera explicar en qué se había convertido, en qué pecio del tiempo se había quedado como naúfrago. Se reconoció sin conocerse, porque el conocimiento de uno mismo está vedado; es lo prohibido. En sí mismo vio a otro. Creemos conocernos y, a veces, tan sólo vislumbramos un fantasma que ha usurpado y se ha adueñado de nuestro lugar, que duerme en nuestra cama con nuestra chica o chico, y bebe nuestras bebidas y escucha nuestra música. Puede ser insoportable. Quien más indaga sobre su propio ser, menos avanza en su conocimiento. Y cuanto menos se conoce, menos se actúa, sumido en la duda eterna. ¿Quién soy? No conviene extrañarse de no saber qué se es, sino extrañarse de que, a pesar de todo, riamos, amemos y seamos capaces de sentir algo parecido a la felicidad. Esa extrañeza recorre la obra de Pavese. Escribe un diario y se dirige a sí mismo como si fuese, no un extraño, sino otra persona. Le sucedió lo mismo que Rimbaud: “J´est un autre”,

En sus textos habitan instantes llenos de silencio. La escritura no puede sustituir totalmente a la vida, a la pasión por la vida, que queda casi siempre al margen, inaccesible a las palabras. Y si la escritura no puede sustituir a la vida, ¿para qué la escritura? Antes de su muerte anotó en su diario las siguientes palabras: “Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más”. Pavese había llegado a ese momento crucial en el que pocas salidas quedan: el silencio eterno en la vida, o bien el silencio eterno en la muerte. Prefirió la segunda opción. “Lego la nada a nadie”. Así acaba el poema de Borges titulado “El suicida”. No sé por qué, pero cuando lo leo me acuerdo de Cesare Pavese. La escritura es esa nada que se lega a nadie, ese todo que se transmite por todas partes y cuyo destino es el hombre, mortal por necesidad.

Felipe Juaristi

domingo, 18 de mayo de 2008

Libros recomendados:

Novela:

Abilio Estévez
: El navegante dormido (Tusquets Ed., Barcelona,2008).
SINOPSIS : Octubre de 1977. En un viejo caserón de maderas nobles situado en una apartada playa próxima a La Habana, las mujeres de la familia Godínez atrancan puertas y ventanas y se preparan para la llegada de un huracán que se anuncia devastador. En el viejo bungalow, que disfrutan como herencia inesperada del doctor Samuel O. Reefy todos los que estuvieron a su servicio, conviven varias generaciones: la anciana criada Mamina, que escapó de la semiesclavitud, Andrea, y su callada pérdida de algunos hijos, el Coronel Jardinero, patriarca que cuida de los animales domésticos, Olivero y su pasado de vividor, el tío Mino, prendado del jazz... y los jóvenes, que maldicen la ciudad y la playa en que viven pero miran al norte como la Tierra Prometida. Detenidas en apariencia, a la espera permanente de que algo (terrible o benéfico) suceda, esas vidas arrastran sin embargo oscuras tragedias, renuncias y secretos que saldrán a relucir con el paso del ciclón. Será la joven Valeria quien, treinta años después, reconstruirá los sucesos de esos días de octubre desde su apartamento del West Side neoyorquino, mientras contempla cómo la nieve cubre el Hudson. Y recordará cómo vio a su primo, un jovencísimo y determinado Jafet, aprovechar la calma que precedía a la tormenta y embarcarse en un viejo bote, el Myflower, para huir de la isla rumbo al Norte.
Como una tragedia sostenida en un ritmo absorbente, como una magnífica evocación de unos personajes que encarnan parte de la historia de un país, El navegante dormido cierra el ciclo de las tres novelas de uno de los narradores más potentes y originales de la narrativa hispánica.

Poesía:

Pureza Canelo
: Dulce nadie (Hiperión, Madrid, 2008)

Un programa de radio:


El que dirige, sobre incorrecciones gramaticales en los medios, Sagrario Fdez. Prieto, en la COPE, los lunes a las 9.40 h.

Canciones infantiles y de comba (V).

Mes de mayo, mes de mayo,
mes de la primavera,
cuando los quintos soldados
se marchan para la guerra.
Ese que marcha en el centro
es el que más pena lleva.
Le pregunto al capitán
por qué él lleva esa pena.
¿Es por padre o es por madre
o por alguien de tu tierra?
Es por una muchachita
que se ha quedado soltera.

Palabras o expresiones dudosas:

  • Rubeola: Es palabra esdrújula, con tilde en la e: “Rubéola”.
  • Reúma: Palabra válida, pero es preferible escribir “Reuma”.
  • Restaurante y Restorán son formas, ambas, admitidas por la Acad.
  • Reputar: Reputar a uno por, o de o como.
  • Reostato: Debe escribirse con tilde en la o: “Reóstato”.

Palabras para incorporar:

  • Embabiamiento: Embobamiento.
  • Emburujar: Formar grumos en una cosa.
  • Empecatado: Muy malo. Condenado. Endemoniado.
  • Escarapelarse: Reñir. (Hispam.) Ponérsele a alguien carne de gallina.
  • Escorrentía: Corriente de agua que rebasa su cauce.

El poema de hoy:


Deshacer

Frente a libros amados
y un balcón donde los verdes
perviven desnudos del tiempo
fue mi mundo.

A sabiendas regreso.
Fugazmente a beber
de la pasión de seres
que circundaron una vida
la que ya no es mía
y un día fue la voz, la casa.

Este nuevo cuerpo
del deshacer que soy
corresponde a un extraño regreso,
desvelarse otra vez
al antiguo ser que fuiste.
Veloz, pero otra vez aquí.

El remo vuela.
Tiempo de ir y venir
de la vida en sus alas
y de la muerte
a la transparencia.

De puntillas regreso,
Nadie queda
donde los libros y el balcón,
respiran.
Sé que de lo existente
al pozo de la vida
el paso es mío,
el sueño es mío.

Del deshacer que somos
se alimenta mundo y muerte.
Escribirlo antes
de que el vuelo final
doble su signo
de sabiduría.

Regresar es buscarse
después de haber vivido,
volver a la casa para tocarla
por si acaso todo esto
tampoco hubiera sido existencia,
sino su trampa.

Pureza Canelo: Dulce nadie.

El chascarrillo de la semana:



En la Habana vieja da un discurso Fidel Castro. Ha comenzado al mediodía y ya está para ponerse el sol. En esto, se abre el cielo y, en una nube, baja Jesucristo. Se coloca a la derecha de Castro.
-¡Hola, comandante! -dice. ¿Qué?, ¿podría yo dirigir algunas palabras a tu pueblo?
Fidel no recela. Le cae bien aquel tipo caído del cielo.
-¡Cómo no, chico! -dice el de Sierra Maestra-. Si tú también eras como nosotros, un buen rojo, cuando los romanos te dieron la golpiza.
-Pueblo de Cuba -comienza Jesucristo-. ¿No es verdad que Fidel os dio de comer cuanto tuvisteis hambre, igualito que lo hice yo con los panes y los peces?
Y el pueblo: -Siiiiiiii.
-¿Y no es también verdad que él os dio de beber cuando tuvisteis sed, como lo hice yo en las bodas de Caná?
-Siiiiiiiiiiiiiiii.
-Y cuando tuvisteis enfermedades y miserias, ¿no os curó el amigo Fidel, tal como yo lo hice con la hemorroísa, los ciegos, los leprosos y los malmuertos?
La multitud se entusiasmaba:
-Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.
Jesucristo abrió los brazos, se aclaró el gaznate y, con la mirada fija en el pueblo, exclamó con una grande voz:
-¡Carajo, cubanos, y qué esperáis para CRUCIFICARLO!

El estilo lo es todo:


Camino de su heredad de alquiler, se le aparece a Sigüenza el recuerdo de una rinconada de Madrid. Las ciudades grandes, ruidosas y duras, todavía tienen alguna parcela con quietud suya, con tiempo suyo acostado bajo unas tapias de jardines. Asoma el fragmento de un árbol inmóvil participando de la arquitectura de una casona viejecita.
Por allí se internaba muchas veces Sigüenza. La rinconada le dio su goce a costa del cansancio de la ciudad. Allí se escaparía cuando quisiera, llenándose el corazón y los ojos de todo aquello, como si se llenara, de prisa, los bolsillos.
Promesa de provincia; es decir, de infancia. Detrás de un cantón surge el horizonte de tierra labradora: follajes opulentos de la Casa Real; nieblas del río; senderitos que se tuercen y suben, y se apartan de Madrid, anda que te andarás…
…Y al volver la memoria, le parecía a Sigüenza que volviese con recelo sus ojos a muchas leguas de distancia. Porque, ahora, desde la verdad rural, aquel sitio apacible, de consolación, no era sino el principio de la ciudad, un embuste de calma.
Iba Sigüenza montado en un jumento, porque así recorrió, hacía mucho tiempo, sus campos natales. Estaba muy gozoso, como entonces; no había más remedio, para guardarse fidelidad a sí mismo, al que era hace veinte años. Y se inclinaba tocando la piel tibia y sudada de la cabalgadura, y se miró en sus ojos, gordos, dorados y dulces como dos frutos.
El animal doblaba su pescuezo frisado como si le sofocase tanta solicitud; hasta que se paró.
Entonces, Sigüenza, saltando de la enjalma de piel de borrego, se puso a caminar de su lado. El borrico, en medio del arriero y de Sigüenza, como tres amigos que se van a pasear a su antojo.
-¡No tenemos prisa! -lo pensó y lo dijo Sigüenza para que se oyese, creyendo que objetivaba la realidad de su júbilo, porque veía sus palabras desnudas en el silencio, silencio de su boca hasta las cumbres.
Y mirando en su torno toda la tarde, tan ancha, descubrió en el camino la huella de sus pies. Sería la de su bota. No; porque él acababa de sentir el contacto de su carne con la carne del camino. Y esa noche se quedarían sus pisadas, frescas de relente, bajo los cielos inmediatos y finos. ¡Cuántos años sin sentir el ahínco y marca de humanidad por el asfalto y las losas que se chafan o se pisan sin hollar!
Quizás estos aturdimientos probaran en Sigüenza el predominio de la calle. De seguro que él se creía ya en su ruralismo de antaño. Pero aún no debía serlo sino de presencia, de óptica y de tacto, porque la inquietud y el goce seguían refiriéndose a la ciudad de la que traemos el brinco, el grito, la exaltación y la suavidad junciosa; resabio de entusiasmarse por agradar y contentarnos.
Todavía este hombre no se sentía sino a sí mismo, con acústica de recinto cerrado.

Gabriel Miró: Años y leguas.

Correo del navegante:



Pepe Pintado, desde Caravaca (Murcia), nos envía este jugoso texto, leído en la prensa, donde se demuestra -lo dice Q.P.- que, por muy famosa que sea una persona, será el lenguaje quien la juzgue y nos de una exacta noción de su cultura):
Desde el célebre candelabro, vocablo que ya define el género, o el neologismo estentóreo, del ínclito Jesús Gil (q.e.p.d.), muchos han sido los deslices, lapsus linguae y disparates perpetrados por famosos en la televisión. He aquí una buena muestra.
Oído a Sofía Mazagatos: “Todavía no he encontrado la hormona de mi zapato”.
Dicho por María José Galera (Gran Hermano): “Por favor, endereza tú la ensalada”.
Frases de Terelu Campos: “La aspirina fluorescente es más rápida y eficaz”; “Vino la guardia civil y levantó apestado del accidente”; “Estoy tomando cláusulas para la tos”; “No te imaginas lo que duele un cólico frenético”.
Perlas de Malena García: “Huele bien porque pongo ausencia de calisto” (esencia de eucalipto); “Para ver lo que tenía, me hicieron una redundancia magnética”; “Aunque fue un accidente muy grave, no le quedaron espuelas”.
Habla Rocío Jurado: “A mi marido le gusta ir muy alicatado” (acicalado);
“Echaron por la tele un partido de fumtbol indefinido vía salitre”; “De primer plato tenemos bisesuá” (vichyssoise); “Es un reloj de acero inexorable”; “Llovía que parecía el Danubio universal”.
Ay, esa lengua de Yola Berrocal: “¡Qué calor, qué soborno!”; “No es para rascarse las vestiduras”; “Ni lo sé ni falta que me importa”; “Vamos, hale, que es gerundio”.
Antología de la Pantoja: “Mi hija es muy pequeña aún, traerla al Rocío es muy premeditado”; “Le dio un simposium de corazón”; “Le tocó la lotería y ahora vive como un majara”.

VISTO, OIDO, LEIDO

  • Oímos decir a un locutor, en Radio Nacional y a propósito del problema del agua: “Fue como la gota malaya”. Nos quedamos perplejos. Quizás dicha gota provenga del danubio universal.
  • La excelente escritora Carmen Posadas, en un artículo de El Semanal, defiende la simplicidad o la sencillez en las conclusiones de algunos de los casos que la mayoría de la gente ve como oscuros o difíciles de aclarar. Así, habla de la muerte de Diana de Gales, que ella la ve como un accidente, y rechaza la famosa “teoría conspiratoria” en el atentado y masacre de Atocha. Sostiene que a la mayoría de los mortales nos fascina lo esotérico, las soluciones complicadas, lo sospechoso y underground. Buenas razones esgrime esta guapa escritora y no la vamos a contradecir. Y es verdad que a muchas personas lo obvio les parece falso por eso justamente: por fácilmente deducible. No obstante, no podemos olvidar lo complejo que es el mundo, lo retorcido que se halla y las maniobras subterráneas de quienes quieren engañarnos ocultando la verdad.
    Tenemos la certidumbre de que Carmen Posadas, mujer aguda, leída, estilosa y despierta, habrá leído a Maquiavelo. Aunque, probablemente, se le habrá olvidado algún párrafo.
  • Hoy, servidor ha hecho su declaración de renta. Como soy mileurista, la administración va a devolverle algunos duros. Y he firmado con una equis en el apartado que corresponde al voluntario óbolo a la Iglesia. Pensé que, por muchos disparates que ésta haya cometido en el pasado, por mucho que las enseñanzas de unos clérigos indignos hayan arruinado buena parte de la juventud de quienes nos acercamos a los setenta, no debemos olvidar el conjunto de actuaciones sociales que la Iglesia desempeña hoy y que podrían disminuir o venirse abajo si su capacidad de acción disminuyese por falta de donaciones. Y esto lo dice un agnóstico y amante de cualquier o.n.g.; no se confundan ustedes.
  • Por cierto, no trabemos “aconfesionalidad”: que no se pertenece a ningún credo religioso, con “laicismo”: doctrina que defiende la total independencia del hombre, de la sociedad, y más particularmente del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa.
    ¿Qué queremos para España: aconfesionalidad o laicismo? El futuro nos lo dirá.
  • Se acaba la Liga y, a falta de un partido, la cola de la Primera División se estremece. Más angustia para los forofos de estos clubes amenazados, hinchas que no consiguen conciliar el sueño ni contando penaltys.
  • Es muy frecuente oír a personas del género femenino, esa nauseabunda expresión de estoy hasta los cojones. Creo que no debemos presumir de aquello de lo que carecemos. Como alternativas, mis boquitas pintadas pueden decidirse por otras fórmulas. Por ejemplo: “Estoy hasta los labios menores (o mayores)”, “estoy hasta la vulva”, “estoy hasta la vagina”, “estoy hasta las trompas de Falopio”, “estoy hasta el útero”, “estoy hasta la matriz”, o “estoy hasta los ovarios” (ya se oye). Y que nos dejen a los hombres lo de “huevos”, “testículos”, “capullo”, “carallo”, “pelotas”, etc. Pero, por favor, que ellas, aunque les pese y les roa, no presuman de lo que la madre Naturaleza no las concedió.
  • Leemos en el periódico Diario Vasco del domingo once de mayo, y en su sección deportiva, que la Real empató en las antípodas. Hombre, sabemos que Cádiz, San Fernando, Puerto Real, Huelva y Punta Umbría están lejísimos de Donostia, ¡pero tanto como que sean nuestras antípodas! Antípoda es aquel punto que está en el otro cabo de una diagonal o eje que pasa por el centro de la Tierra, un lugar diametralmente opuesto. Creo recordar del bachiller que nuestras antípodas son, más o menos, las tierras de Nueva Zelanda, meridiano más o menos. Por otro lado -y esto lo explica muy bien el profesor Lázaro Carreter-, “antípoda” es palabra que puede usarse tanto en masculino cuanto en femenino. Diremos: “Los maoríes son nuestros antípodas, y “Las maoríes son nuestras antípodas.”
  • Hemos leído en “los papeles” que el club de Fútbol Barcelona, el Atlético de Madrid y el Real Madrid se van a salvar de la crisis, ya que la inestabilidad inmobiliaria no los va a afectar. ¿Por qué demontres siempre se salvan los más ricos?
  • Y hablando de estos problemillas, lo que ahora nos oprime a los ciudadanos parece que es una “desaceleración económica”, no una crisis. Contracorriente, creemos que padecemos, más bien, de una fuerte “descomposición”. Y nosotros tenemos el remedio para eso: ¡arroz blanco, plátanos y Fortasec!
  • Leemos en un periódico que un muchacho problemático ha dado muerte a su padre a golpes. ¡Mira que si llega a ser algo más que problemático!
  • Ojo al uso de “nadie” por “ninguno”, muy frecuente. Nadie de entre ellos vino a casa se da como barbarismo. Debe decirse “Ninguno de entre ellos vino a casa”. El mismo caso se da entre “alguien” y “alguno”.
  • Parece ser que, por fin, la D.G.T. va a controlar a los motoristas por si llevan o no casco. Creemos que con ello no basta. Un casco de garantía, integral o semi, debe estar fabricado con keflar, fibra de vidrio o policarbonato. Pero proliferan cascos llamados “quita-multas”, muy baratos, cuyo diseño no cubre la oreja del conductor y, por consiguiente, no están homologados, con los cuales el motorista puede sufrir lesiones graves al menor golpe. ¡Alerta, chicos!
  • Nos toca leer, en el diario Qué! lo siguiente: En la maleta del Chikilicuatro no faltarán las camisas lilas… Con esto de los colores hay que hilar fino. Los colores naturales: blanco, azul, carmesí, forman los plurales sin problemas. Pero aquellos colores derivados de un objeto -por ejemplo, una flor-, no forman plurales. Se dirá: “La defensa azulgrana”, “sus camisones rosa”, “sus camisas lila”. Creo que esto ya lo dijimos en anteriores blogs. Además, chiquilicuatro/e se escribe con q, aunque lo hagamos desde las Vascongadas.
  • La escritora Karmele San Martín, que nos dejó una obra preciosa, irónica, perspicaz y tierna me dijo una vez: “Fíjate, Jorge, ¿te has dado cuenta de que en España hay siempre más dinero de la Administración para los tontos que para los listos? Así nos va”.

viernes, 16 de mayo de 2008

VISTO, OIDO, LEIDO

  • Presume el diario Qué!, del cual hemos sacado, con buena voluntad, algunos gazapillos, de que tira ya dos millones pasados de ejemplares al día. Debemos tener en cuenta, claro, que el periódico es gratuito y se distribuye muy bien. El día que los sángüiches sean gratuitos, es casi seguro que serán el alimento de mayor consumo en España. Este razonamiento lo hacemos nosotros, Q.P., ya que el periódico lo oculta astutamente.
  • ¡Cuántas veces nos habrán reprochado los puristas el que hayamos escrito eso de: “Juan va a por el perro!” Para aquellos, sobra la preposición a. Sin embargo, “Fui por el perro” podría tener un sentido causal, cosa que no ocurre en nuestro caso: “Juan fue a buscar al perro”. Esperamos que la Academia tolere, al final, esta construcción.
  • Estamos tristes. Quienes hacemos Q.P. nos hemos afligido. Anchón, nuestro buen amigo y compañero, se nos fue hace apenas una semana. Anchón era un hombre culto, generoso, divertidísimo en su conversación, amante de los valores que, en su época, tuvieron fuerza y realce -como la ética o la urbanidad-, y que hoy se menoscaban. Delgado, bien vestido pero sin afectación, nos parecía un gentleman. El destino fue muy duro con él; ha sido injusto. Pero Antonio supo dejar su impronta, sus virtudes; y éstas aún siguen abrigándonos. ¡Cuánta gente como él hace falta en Euskalherría!
  • Las celebraciones del Dos de Mayo ya concluyeron. Hubo conferencias, discursos, actos públicos y representaciones callejeras para recordar la efeméride. También se dijo alguna que otra tontería. Lo que queda claro, a la luz de los historiadores que han sabido acercarse cautamente y sin ideas preconcebidas a 1808, es que, en esa fecha, los españoles tomaron conciencia de que pertenecían a una Nación, contaban con una patria e iban a compartir en el futuro su destino… ¿Podríamos ahora reafirmarlo?
  • Leemos en el diario Qué! lo siguiente: En Donostia aparcar mal te cuesta del orden de 150 euros, pero no parece importarnos. Una razón más para felicitar a ese periodista que calificó de austeros, muy austeros, a los vascos. Menos mal.
  • Ayer apareció en los subtítulos de la tele la palabra malgobierno, así, toda juntita. En varios blogs hemos advertido de lo peligroso que puede resultar fiarnos de lo que se escribe en dichas franjas malhadadas. ¿Es que no tienen las televisiones un simple corrector gramatical?


  • Parece ser que, tras unos años de residencia en las islas griegas, Manolo García, el cantante, va a poner a la venta un disco largo con sus últimas creaciones. Él dice que sigue las pautas del rock tradicional, pero a nosotros nos parece que sigue fiel a sí mismo: melodías insulsas, aderezadas con unas letras de escasa inspiración, con ese tonillo blando, flamencoide, destemplado y chillón a veces que es marca de la casa. Como decía un buen amigo nuestro: música para patrulleros. Manolo es un vivo ejemplo de cómo la mediocridad es el mejor secreto para vender. Le auguramos grandes éxitos.

Más correo :


Iraida Granados, desde Villanueva de la Serena (Badajoz), nos dice:

A la actriz Penélope Cruz la llaman “Pe” en los periódicos, y también en las revistas del cine y del corazón. Puestos a reducir o apocopar su nombre, deberíamos llamarla “Pene”, al igual que decimos “Bego”, por Begoña, o “Edu” por Eduardo. Por otro lado, no creo que a ella le enfadaría la denominación, ya que sabe del sustantivo -de su efectividad y rendimiento- mucho más que otras. Y los que piensan mal… ajos coman.

Ruth Goicuría, desde Pau (Francia), nos dice:

El proceso de euskaldunización del pueblo vasco está llegando a extremos que tocarían lo ridículo si no fueran tan peligrosos. Que en los concursos para obtener empleos públicos se prime el vascuence (euskara) cinco veces más que un doctorado o el dominio de una lengua europea con el arraigo y la extensión del francés o del inglés parece un disparate. Creo que ello forma parte de ese propósito de orillar la cultura española que suele constituir uno de los ejes de nuestros nacionalismos radicales. Pero no se puede nadar a contracorriente. No obstante, la voluntad de suicidio de algunos pueblos tampoco puede detenerse. La historia nos da fe.
=
Siguiendo lo dicho por Ruth, coincidimos con ella en que todavía, y después de treinta años contaderos, la sociedad vasca no ha abierto debates suficientemente serios sobre el supuesto apartheid o postergación, aquí, de todo lo que huele a peninsular. Y más en el terreno de la cultura, zona de por sí muy castigada. ¿Cuando hablaremos valientemente - abandonando nuestros respectivos pesebres-, a calzón quitado? Aunque nos vapuleen, Q.P. lanza la idea.

Libros recomendados:

Ensayo:



Manuel Toharia: El Clima (De bolsillo, 2008).

SINOPSIS : Mito o realidad, el cambio climático influye poderosamente en nuestras vidas.
Tsunamis, huracanes, inundaciones, deshielo… Nadie permanece ajeno a estos fenómenos. Este libro responde, con gran claridad, a los interrogantes que suscitan estos misterios meteorológicos y nos ofrece una serie de consejos prácticos para hacer frente al clima y a sus negativas consecuencias medioambientales.Una explicación clara a muchos de los temas que abordará la Expo Zaragoza 2008.

Poesía:



Gabriel Insausti: Vida y milagros (Pre-textos, 2007).

Palabras o expresiones dudosas:

  • Surmenage: Galicismo. Dígase “sobrefatiga”.
  • Enseguida: Correcto. Puede escribirse también “en seguida”.
  • Sándwich: Podemos españolizarlo en “sángüiche”.
  • Charcutería: Galicismo por “salchichería”o tienda de embutidos.
  • Salacot: Hace en plural “salacots”.
  • Rumanía: Puede escribirse igualmente “Rumanía”. (Así se pronuncia en rumano.)

Palabras para recuperar:

Entrado en días: De bastante edad. Viejo.
Dicharacha: Dicho gracioso.
Pelar el diente: Sonreír por lisonja o coquetería. (Méjico, Venezuela. P.Rico.)
Dilacerar: Desgarrar la carne de persona o animal.
Dormijoso: Somnoliento.
(Poner a una persona) Cual digan dueñas: Insultarla, hablar mal de ella.

El poema de hoy:


Premisa argumental

En un día cualquiera, a cualquier hora,
una ciudad cualquiera.
Por las calles,
las hojas cualesquiera -¿podéis verlo?-
que el viento va arrastrando
tras la ventana de un café.
Ahora
imaginad un hombre -sí, cualquiera-
sentado ante una mesa.
Entre sus manos
-lo habéis adivinado-
un título cualquiera.
Aproximaos. Ved como sorbe, distraído, su coñá
mientras mira pasar cualquier extraño
camino de un lugar cualquiera,
limpia sus gafas, tose,
abre por cualquier página y se topa
-también es coincidencia-
este poema.

Gabriel Insausti: Vida y milagros.

El estilo lo es todo:


Fue, pues, en busca de Felipe y Fernando Amor, y a ellos les encomendó cuidar de la apestada cuya vivienda les indicaría aquel muchacho. Sin demora, se pusieron en marcha los tres. Mal hubiera podido, en su apresuramiento y ansiedad, reconocer Antoñico al caballero soberbio desaparecido en plena fiesta de desposorios, bajo la apariencia miserable e inválida de uno de los humillados mozos que ahora seguían sus pasos hacia la morada de doña Elvira. En cuanto a don Felipe, jamás, ni entonces ni nunca, había reparado en el paje de su abandonada novia. Juntos iban sin conocerse ni sospecharse. En cambio, don Fernando, que por primera vez lo veía, experimentaba a su presencia alguna especie de inexplicable, confuso, angustioso, presentimiento… Ensimismados, taciturnos, atravesaron la ciudad solitaria. Sus pasos resonaban en las callejuelas, ante las cerradas ventanas; por las esquinas huían los perros; sólo agua y cielo y los pajarillos del aire parecían inocentes en Granada. Andaban ellos sin cambiar palabra. Avanzaban y, conforme avanzaban, crecía la opresión de sus corazones. Casi les estallaba en el pecho cuando, llegados a una calle que les era a todos familiar, el guía se detuvo ante la temida puerta, y entró en el zaguán, y empujó la cancela y se metió en el patio. Miradas de espanto se cruzaron entre los dos hombres. Pero su vacilación no duró más de una centella: ninguno de ellos flaqueó en la prueba. Escaleras arriba, siguiendo juntos hasta llegar a la alcoba por la que un tiempo habían batido de acuerdo sus corazones enemigos…
Inútil parece proseguir: lo que importa, queda dicho. Encontraron muerta ya a doña Elvira en la casa desierta. Al verla, cayeron de rodillas a ambos lados de su cuerpo y encomendaron su alma a Dios, mientras que, a los pies de la cama, se retorcía Antoñico en alaridos y sollozos. A don Fernando correspondió el triste privilegio de amortajarla con sus manos; entre tanto, colgados los inútiles brazos, contemplaba don Felipe el horrible estrago de la muerte. ¡Qué dolor!... Sobre el macilento pecho, una crucecita de oro relucía.
Francisco Ayala: San Juan de Dios.